jueves, 28 de agosto de 2008

ENSAYO. Filosofía: Nicolás Berdiaev

UNA PRIMERA INTEPRETACIÓN RELIGIOSA DEL MARXISMO


Nadie puede dudar -esté de acuerdo o en desacuerdo- que el marxismo ha sido uno de los componentes ideológicos fundamentales de nuestra época. Hoy sabemos que, políticamente, ha fracasado y según mi humilde opinión eso se debe en gran medida a que su horizonte último de desarrollo era exactamente el mismo que el del capitalismo; esta afirmación, discutible sobre todo pensando en el propio Karl Marx, me parece aplicable al desarrollo histórico de los partidos marxistas. Así, como el capitalismo el marxismo ha de entenderse como una religión. Hoy son muchos los pensadores que comparten esta opinión (los críticos marxistas de la religión acabaron convirtiéndose en ocasiones en críticos del marxismo porque era una religión). No hace falta acudir a Steiner (que analizó el problema de una manera quizás superficial) ni a Karl Popper (el crítico más firme de Hegel) ni siquiera a uno de los más audaces intérpretes del marxismo, L. Kolakowski (el título de cuya última obra traducida al español es suficientemente narcisista como para leerlo: Por qué tengo razón en todo) para darse cuenta de que el marxismo, como mínimo, “ha funcionado” como una religión (y así caería bajo el epígrafe de “opio”, pero para esto sería menester que toda religión lo fuese). Los trabajos del Henri de Lubac sobre el joaquinismo lo pusieron de manifiesto; pero antes, bastante antes, fue precisamente un autor ruso, que había militado en las filas de los partidos socialistas, el que realizó esta interpretación. Ciertamente, alguno querrá invocar aquí el nombre del del Röcken, puesto que entendió el marxismo como una modificación del cristianismo, de la misma manera que éste sólo pudo entenderlo como platonismo para el pueblo. Friedrich Nietzsche, sin embargo, entendió mal no sólo la fe cristiana, sino lo que desde mi perspectiva es más paradójico atendiendo a su origen (como él querría) y a sus primeros estudios: no fue capaz de entender la Reforma luterana en gran parte por su falta de comprensión de la visión estética del catolicismo (no vayamos a citar a Balthasar).

El libro al que quiero referirme es Nicolás Berdiaev, El cristianismo y el problema del comunismo, Madrid, Ed. Espasa-Calpe, 91968. Se trata de un tomo de la famosa colección Austral, el número 26, cuya primera edición castellana es de tiempos de la República, de 1937. Berdiaev (o terminado en efe doble según las formas de transcribir el alfabeto cirílico) nació en 1874 en Kiev (actual Ucrania); murió en el destierro parisino poco después de terminar la Segunda Gran Guerra, en 1948. En su primera juventud, a comienzos del siglo XX, fue desterrado a Siberia, como tantos otros intelectuales y más tarde, por su polémica con la Iglesia Ortodoxa a raíz del Santo Sínodo, fue desterrado de por vida ya que fue acusado de blasfemia. Este destierro acabó con la Primera Gran Guerra y la Revolución de Octubre. Berdiaev, que había sido marxista o al menos había aceptado algunos de sus postulados, se opuso, sin embargo, a los bolcheviques porque su filosofía era incompatible con la abolición del individuo**. Fue expulsado de Rusia en 1920 con un numeroso grupo de intelectuales que, si bien nunca había apoyado al zarismo, tampoco lo había hecho con la Revolución. Quizás fue una suerte que lo obligaran al exilio, pues otros que se quedaron acabaron en las manos de la espantosa GPU. Se intentó establecer en Berlín (de hecho había realizado estudios en Alemania), mas la situación del país hizo insostenible su presencia allí. Berdiaev entonces, como una buena parte de la intelectualidad rusa emigrada, se afincó en París -que se venía presentando desde el siglo XIX como lugar de acogida de los perseguidos políticos. En la Ciudad de la Luz realizó sus publicaciones más importantes y permaneció allí hasta su muerte. En otro momento hice reflexión a los bizantinos que emigraron a Italia, Francia y España tras la catástrofe del 29 de mayo de 1453 y cómo contribuyeron al florecimiento cultural. A veces tengo la sensación que con la emigración rusa tras la Revolución de Octubre (¿no era Moscú la nueva Constantinopla, la Tercera Roma?) pasó algo semejante, sobre todo en Francia, país en el que la presencia ortodoxa ha sido muy importante y ha dejado una profunda huella cultural.

En El cristianismo y el problema del comunismo Berdiaev adelante una explicación del comunismo como heredero del quiliasmo (de χíλιοι -quílio, “mil”- y cuyo significado, en líneas generales, es idéntico al de milenarismo y que aparece emparentado con las doctrinas de Joaquín de Fiore, el joaquinismo): la implantación del Reino de Dios en la Tierra como acontecimiento escatológico, es decir, que marca el fin de la historia -de hecho la sociedad socialista se quiere como fin de la historia efectiva pues termina con las contradicciones que dan origen a la lucha de clases. Escuchemos a Berdiaev: “Para él [Marx], el proletariado es el nuevo Israel, libertador y constructor de la nueva ciudad terrestre. El comunismo proletario de Marx es una disidencia del viejo chilismo (?) hebreo” (pág. 72 donde “chilismo” quiere decir quiliasmo, palabra que no debía conocer el traductor). Más adelante dice: “La teoría marxista del Zusammenbruch [colapso] de la sociedad capitalista es, en verdad, la fe en el Juicio Final. Pues hay un fenómeno escatológico en todo comunismo revolucionario: la idea de que en un momento dado se abrirá un precipio que partirá el tiempo en dos. Es lo que el alemán Tillich, teórico del socialismo religioso, definía bajo el nombre de Katpoc, erupción de la eternidad en el tiempo” (pág. 72). Los análisis del autor ruso son bastante serios y, sobre todo, anticipan lo que sucedió con las revoluciones marxistas en la segunda mitad del siglo XX: su componente religioso. No me refiero ya al culto a la personalidad -evidente en figuras como Lenin Che Guevara-, sino al sustrato que (en contra de la tradición judía y de la cristiana) piensa que el Reino de Dios puede irrumpir en este mundo por la fuerza. Además, me parece que es justo decirlo, Berdiaev no fue un burgués ni defendió un cristianismo aburguesado: más bien, como puede leerse en El cristianismo y el problema del comunismo, advirtió que la fe cristiana sólo sería creíble si se desembarazaba de la sociedad burguesa (véase por ejemplo la pág. 82).

**No puedo entrar ahora en los horrores que han provocado las revoluciones en los últimos siglos; pero cualquier que mire la historia sin cerrar los ojos no podrá aceptar ya aquella idea de progreso de la que hasta Voltaire acabó desembarazándose. Sólo quiere recordar las instrucciones que se dieron para los interrogatorios -pienso ahora en el matemático y teólogo Pável Florenski, que acabó sus días en un campo en Siberia y del algún día espero poder hablar-: “En la instrucción del sumario no os propongáis buscar materiales o pruebas de que el acusado atentó de palabra o de obra contra el poder soviético. Vuestra primera pregunta será: ¿a qué clase pertenece, de dónde procede, qué estudios ha cursado, qué educación ha recibido? Ésas son las preguntas que deben determinar la suerte del acusado”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

EGO

Perdona que haga un comentario aquí sobre Tillich (?). Ya te dije que leería tu blog. Me ha llamado mucho la atención no sólo lo que comentas del autor (no sé si podría leerlo; cada uno sabe dónde tiene sus límites intelectuales)sino la nota a pie de página sobre los amigos que te hacen ver la luz. ¿Puede haber amigos que te hagan ver las sombras?

Los filósofos desconocidos dijo...

Casualmente acabo de terminar "el cristianismo y la lucha de clases" e iba a empezar este libro, con tanta más ganas a partir de la lectura de tu entrada.
otra obra excelente de berdiaev, es el sentido de la creación, donde me parece esta concentrado todo el conjunto de sus concepciones que en sus otras obras se encarga solamente de desarrollar o matizar.
un abrazo