jueves, 21 de agosto de 2008

Ensayo. Exégesis bíblica.


CONTRA EL FUNDAMENTALISMO



El libro al que me gustaría referirme hoy un ensayo teológico contra el fundamentalismo religioso, especialmente contra el bíblico. Se trata de la obra del leonés Felipe Fernández Ramos, Fundamentalismo bíblico, Bilbao, Ed. Desclée de Brouwer, 2008 (página de la editorial en la red: http://www.edesclee.com/ ). El autor es una reconocido especialista español en exégesis bíblica y ha sido catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca; en la actualidad está jubilado. Ha sido también profesor en León y en otros centros teológicos españoles. En la obra aborda con lucidez uno de los mayores peligros en el acercamiento a la Biblia, el literalismo, que es una forma de fundamentalismo**. Como se sabe, en las épocas de crisis (¿y qué época no lo ha sido?) algunos prefieren buscar la seguridad en el pasado en vez de hacer frente a los problemas nuevos; pero volverse al pasado es quedar convertido en estatua de sal. Este fenómeno ha acontecido de una manera muy clara en la lectura de la Biblia -tanto en el campo protestante como en el católico, tanto entre cristianos como entre judíos.


No puedo explicar aquí los profundos cambios que se produjeron en la interpretación bíblica desde finales del siglo XIX -la aportación de los estudiosos alemanes resultó fundamental; dos nombres serán suficientes: Julius Wellhausen y Rudolf Bultmann. Baste decir que a la Biblia le fueron aplicados métodos históricos y críticos (la historia de las formas, la historia de la redacción... hasta llegar a los actuales estudios sociológicos emprendidos por Gerd Theissen pasando por el amplio abanico de la hermenéutica apoyada en Gadamer) y que aquello pareció a los ojos de algunos el fin de las lecturas religiosas del texto bíblico, pues parecía quedarse en un documento cultural de épocas pasadas. Sucedió lo contrario: los métodos histórico-críticos facilitaron una lectura de la Biblia que echase luz al sentido de la vida de los lectores. Sin embargo, en Estados Unidos se produjo un movimiento de reacción contra la aplicación de esos métodos a la Biblia; es lo que conocemos con el nombre de fundamentalismo al que no se auguró allá por mil novecientos veinte ningún futuro, pero que resultó tener más futuro del que muchos biblistas esperaron (y desearon). Felipe Fernández Ramos emprende un serio estudio del fundamentalismo bíblico tomándoselo en serio (y esto debe constar entre los méritos de la obra). Partiendo del importante documento de la Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, el autor va desgranando todos los aspectos del fundamentalismo bíblico poniendo de manifiesto no sólo sus insuficiencias sino también sus peligros. Si no cabe lectura del texto que no sea hermenéutica, el autor deja claro que el fundamentalismo es esencialmente antihermenéutico.


La Biblia es un conjunto de libros que está en el fundamento de la cultura occidental; ciertamente, hay otros cristianismos posibles (no sólo el europeo); pero quien desee no sólo conocer, sino, sobre todo, comprender su herencia cultural no podrá prescindir de la lectura de la Biblia -como tampoco podrá prescindir de Homero; mas para acercarse a estos textos hace falta paciencia, pues la distancia -cronológica, cultural, social...- es inmensa. Las lectura literalistas no sólo no ayudan a comprender el texto, sino que lo alejan irremediablemente de nosotros. El mérito de Felipe Fernández Ramos, que ya ha sido acusado de “infidelidad” por los que no ven sino la astilla en el ojo ajeno, es haber puesto de relieve que una lectura fundamentalista traiciona a los textos porque uno acaba encontrando en ellos sólo lo que apuesto o, como el autor repite en varias ocasiones, “Dios no está disponible en la letra”.


** En las épocas de crisis -¿y qué época no lo ha sido?- muchos buscan seguridades y creen encontrarla en la repetición del pasado; pero el pasado no se repite nunca y cuando se intenta repetir hoy no sólo se desfigura lo que fue sino que tampoco se da una respuesta real a los problemas. Si el fanatismo consiste en quitarse el cerebro para poner en su lugar una idea, el fundamentalismo es justo al revés: uno se pone una idea que le hace prescindir de su capacidad de pensar. La fidelidad a la tradición, pues no podemos negar de dónde venimos salvo que deseemos ignorar adónde vamos, pasa necesariamente por su interpretación creativa. Ciertamente, el fundamentalismo no es sólo un problema religioso; de hecho, aún andan por ahí gentes que piensan que contra el Generalísimo (nótese lo ridículo del título: es como decir cabísimo, sargentísimo, capitanísimo o coronelísimo) se vivía mejor; es decir, la política -de cualquier signo-, el deporte o las visiones del mundo pueden estar afectadas por ese problema; pero en el ámbito religioso (que no existe separado de los demás) es más peligroso, pues lo peor es la corrupción de lo mejor.

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