sábado, 30 de agosto de 2008

POESÍA. Luis Rosales

SABBATH SHALOM
OTRO POETA TAL VEZ PERDIDO



Si el otro día hablaba de Leopoldo Panero, hoy quiero referirme a otro poeta, considerado por algunos como la cabeza visible de la llamada Generación de la Guerra o Generación del 36. Claro que entrar en el juego de los nombres** nos podría llevar a hablar de poesía arraigada, de poesía desarraigada... También nuestro poeta ha tenido quien, como a Panero padre, intenta arrastrarlo por el fango. Hablo del grandísimo Luis Rosales, La carta entera. Oigo el silencio universal del miedo, Madrid, Ed. Visor, 1984 (se puede encontrar la página de la editorial: http://www.visor-libros.com/ ). Se trata de la tercera parte de La carta entera; las dos anteriores son La Almadraba y Un rostro en cada ola (publicadas también en la editorial Visor).

Luis Rosales nació en 1910, en Granada, que tan enormes poetas ha regalado a España sin pedir nada a cambio. Vivió en Madrid en su juventud; allí se inició en la poesía (dicen los libros de texto: con los garcilasistas; pero quieren decir: con los amigos que hizo: Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, José García Nieto... Sí, los amigos y no los conceptos. En el Cruz y Raya de ese ser excepcional que fue José Bergamín, publicó Rosales sus primeros poemas. Después llegó la horrible guerra y la desgracia a Granada: el arresto de Federico en casa de la familia Rosales y su posterior ejecución por una banda de desalmados de la peor calaña que han contribuido como pocos a la historia de la abyección. A finales de la década de los treinta, Rosales publicó en Jerarquía, que pertenecía a Falange. Posteriormente colaboraría con otras publicaciones como Escorial. En 1949 con la publicación del poemario La casa encendida causó un no pequeño revuelo, pues imprimió a su poesía un giro radical: lo cotidiano, la conversación, pasa ahora a primera plano. En los años sesenta ingresó en la Academia (leyó su discurso de ingreso allá por 1964). Recibió el Premio Cervantes y murió en octubre 1992, a los ochenta y dos años, dejando tras de sí una maravillosa obra poética. La editorial Trotta ha publicado sus obras completas.

La carta entera se sitúa en esa senda de lo cotidiano: el viaje, la conversación, la mirada al paisaje... con un sentido muy profundo del ritmo y con hallazgos expresivos ante los que yo sólo puedo descubrirme para disfrutarlos leyéndolos en voz alta, como se debe leer la poesía, una y otra vez. Se trata de uno de esos poemarios que dan que pensar sin la pedantería de algunos profesores alemanes de filosofía, que además fueron muy mediocres poetas. Voy a permitirme el lujo de citar algunos versos del poemario, que invito a leer y releer:

Un hombre circunspecto casi nunca es alegre,
Antonio es circunspecto,
por lo cual he podido ver que en varias ocasiones se
jugaba la vida de manera minuciosa
(de Para eso están los ojos).

A veces nos sorprende con reflexiones en las que uno puede perderse y a las que debe volver una y otra vez:

Pero no te equivoques demasiado: la plenitud
te llena pero no te acompaña,
porque se está acabando a todas horas y un día se olvida
de nacer,
cuando llega esa hora “el mundo cabe en un olvido”
y un solo olvido es como el mar:
te aísla,
sin embargo amor ven, vuelve a venir amor,vuelve a decirnos [...]
(de Despacio, muy despacio, despacísimo).

Por último:

La duda es una quemazón que causa el humo y
no la llama,
y quien duda se quema sin arder,
por consiguiente ahora debe aclarar que la duda que ha
comenzado a atormentarme [...]

En fin, Luis Rosales, otro de los poetas al que parece que se le ha aplicado, conscientemente, la damnatio memoriae. Pero mientras queden personas con corazón, Luis Rosales tendrá su lugar asegurado.

**Ésa es la mentalidad de los agrimensores: clasificar la realidad pensando que al catalogarla (κατα-λóγος, que dio καταλογος y no se me permite poner el acento a la segunda alfa, lo siento) la comprenden. La clasificación como sistema de dominación -al fin y al cabo según el Primer Libro de Samuel, Yhwh se enojó con Saúl porque censó a los israelitas, es decir, los trató como propiedades. ¿Nunca habéis visto a las doñas Margaritas o a los don Sebastianes explicar un poema o visitar con sus alumnos alguna catedral? Son la exactitud estéril, huera, que mata toda vida: románico de transición, Maestro Mateo, cisterciense, gótico flamígero, Dancart, arco apuntado, ojiva... Miran sin ver y leen sin comprender. Eso sí: todo está clasificado, cada elemento tiene su lugar en el catálogo y éste, una vez cerrado, es como la lápida: sólo sirve para tapar un cadáver. Sin embargo, el arte es una realidad viva -por eso una y otra vez debemos protestar contra los museos...

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué miedo convertirse en un agrimensor! Como dice Heidegger el arte es cuestión de verdad, ¿no crees? Preciosos los primeros versos de Rosales e intrigantes los últimos, tendré que conseguir el poema completo.