domingo, 9 de mayo de 2010

Samir Khalil Samir

CIEN PREGUNTAS


            El libro del quiero hablar lo leí por primera vez hace unos siete años preocupado por lo novedoso de la situación del islam en Europa. Esta religión, a la que deberíamos llamar posiblemente “la sumisión”, pues ése es el significado de “islam”, tiene una presencia creciente en las sociedades occidentales. Recuerdo que en 1991 la editorial Mario Muchnik, que posteriormente cambió de manos, publicó un libro de G. Kepel, La revancha de Dios. Cristianos, judíos y musulmanes a la reconquista del mundo, Madrid 1991. Este libro conoció una segunda edición. La última vez que lo vi estaba siendo saldado en una de esas cadenas comerciales que quieren hacerse pasar por librerías. Sin duda, había sido superado por los acontecimientos. Años después cayó en mis manos, gracias a una persona excelente que impartía por entonces clases de geología, Jorge Burgos*, un libro sobre la Sumisión: David Waines, El islam, Ed. Oxford, Madrid 1998 (la edición original en inglés es de 1995), una aproximación histórica y interesante reflexión sobre la realidad actual del islam con una buena explicación de las tendencias que se apreciaban en la época; todos estos libros tenían en común el interés por la actualidad  de la religión fundada por Mahoma. Sin embargo, todos ellos parecen haber quedado superados por los hechos. El libro de Kepel, además, situaba en el mismo nivel al judaísmo y al cristianismo respecto al islam; esto era ya entonces un grave error de óptica debido no sólo a que contra lo cristiano se puede arremeter hoy sin peligro, sino sobre todo a la diferencia fundamental entre la fe cristiana (y judía me permito decir) y la religión musulmana. De hecho, judíos y cristianos creen en el mismo Dios**—y comparten el Tanak amén de otras muchas realidades: pensemos en el calendario...—, pero yo no diría que el Dios musulmán sea el Dios de cristianos y judíos. Sin duda, estas tres religiones son monoteístas—siendo un caso especial la fe cristiana merced a la afirmación de la trinidad de personas—, pero con el mismo significante no se refieren al mismo significado. Y aquí, aunque no sea políticamente correcto recordarlo, debe señalarse que Europa se hizo afirmándose frente a la Sumisión. La nivelación pasa por la construcción de un abstracto—“la” religión—, que aún no se sabe bien qué es, pero útil para la catalogación. Así, cristianos, budistas, hinduistas, judíos y musulmanes pueden ser metidos en el mismo saco sin necesidad de matices. Es como si al hablar de “la” política nivelásemos el liberalismo, el comunismo, el socialismo y el fascismo. 

            No me parece que el islam haya cambiado sustancialmente en los últimos años, aunque sí han pasado a primer plano las tendencias radicales. Olvidamos con frecuencia el peso que la revolución iraní ha tenido en el mundo musulmán, porque los medios de comunicación de masas  viven sólo de lo más reciente y acabamos creyendo que el resto del mundo (que, en realidad, es la mayor parte del planeta) vive al ritmo que nosotros hemos decidido marcar. A veces oigo a supuestos expertos decir que a la religión de Mahoma le falta pasar por la Modernidad; no se dan cuenta de que ese concepto es específicamente occidental. Pienso, más bien, que la revolución iraní ha jugado un papel semejante al que jugó la Revolución de 1789 en Europa. Pretender  comprender el islam desde nuestras categorías es quizás la mejor forma de no comprenderlo. Por eso tampoco es posible analizar exclusivamente la presencia de la Sumisión con nuestras categorías legales.


            Centro di Studi sull´Ecumenismo, Cien preguntas sobre el Islam. Una entrevista a Samir Khalil Samir, Madrid, Ediciones Encuentro, 2003, es un libro interesante por muchas razones. Se trata de una larga y profunda entrevista realizada por Giorgio Paolucci y Camille Eid. El primero es periodista (trabaja en el diario Avvenire y en otros medios de comunicación) se ha especializado en la inmigración musulmana a Europa—básicamente, como es lógico suponer, a Italia—. Camille Eid es un periodista libanés que vive en Italia; se ha especializado en la inmigración musulmana a Europa y en la olvidada situación en que se encuentran los cristianos que viven en países musulmanes. El entrevistado es Samir Khalil Samir, jesuita y reputado especialista en el mundo árabe cristiano y en la civilización musulmana, amén de teólogo y experto en lenguas semíticas. Nacido en 1938 en El Cairo, es en la actualidad profesor en varias universidades  (entre las que cabe destacar el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos); ha fundado el Centre de documentation et de recherches arabes chrétiennes y participa activamente en varias asociaciones dedicadas al estudio del patrimonio cristiano en la cultura árabe. En España es miembro del Consejo Asesor de la revista Qurtuba. Estudios andalusíes... En fin, una eminencia en su campo.

            Señalaré algunas de las razones por las que Cien preguntas sobre el islam me pareció en su momento un libro interesante y me lo sigue pareciendo hoy: Las preguntas están formuladas desde nuestra mentalidad; inciden en aquellos aspectos (problemáticos o no) que no estamos acostumbrados a abordar de manera significativa. Un buen ejemplo son las reflexiones en torno al Corán o a la fundación del islam. Paolucci y Eid han dirigido la entrevista de modo que unas preguntas llevan a profundizar en otras: no se pierde ni la amenidad ni el interés y esto se hace sin ninguna superficialidad. Las respuestas de Samir Khalil Samir se ajustan a las preguntas, pero saben ver más allá de ellas, hacia cuestiones que sólo aparecen implícitamente apuntadas. En las respuestas no encontramos ningún manual de corrección política, sino ajustadas reflexiones sobre la historia y la realidad actual del islam. El libro está dividido en cinco partes más los apéndices: (I) los fundamentos: Mahoma, el Corán y los cinco pilares,. (II) ¿Puede cambiar el islam? Aquí encontramos una reflexión certera sobre la guerra santa (jihâd). (III) El desafío de los derechos: en este apartado se abordan, entre otros,  el problema de la sharîʹa y de la situación de la mujer. (IV) El islam entre nosotros. (V) Islam y cristianismo: el encuentro inevitable, el diálogo posible. En las doscientas páginas de la entrevista se van desgranando todo estos temas de manera accesible, pero, insisto, sin caer en la superficialidad o en los lugares comunes. Un botón de muestra: “Los occidentales que repiten estas afirmaciones [sobre el significado etimológico de “islam”], por lo general, saben muy poco del islam. Aceptan gustosamente estas tesis procedente de ambientes islámicos. Unas tesis que, en realidad, no son exactas [...] islâm significa sumisión. La palabra islâm deriva del verbo aslama, que significa ´someterse´ o ´abandonarse a´; el islâm consiste, por tanto, en el acto de someterse o abandonarse, se sobrentiende a Dios, pero no significa ´alcanzar un estado de paz´, aunque alguien pueda añadir, por motivaciones espirituales, esta falsa etimología. Por otra parte, la violencia está claramente presente en la vida misma de Mahoma [...]. Aquí también es interesante observar que las primeras biografías del fundador no lleva el nombre de sîra, como serán llamadas en el siglo tercero de la hégira (siglo IX de la era cristiana), sino el de kitâb almagâzî, o sea, ´el Libro de las razias´. Fue el mismo Mahoma el que dirigió sistemáticamente, como jefe político, estas razias o incursiones bélicas, el que las organizó y conquistó, una tras otras, las diferentes tribus árabes. Y éstas se sometieron a él y a su Dios, pagando un tributo que permitía a Mahoma lanzarse a nuevas conquistas” (págs. 46s).

            Si nosotros, como quería Zubiri, somos los griegos, no deberíamos caer en simplificaciones respecto a la religión de Mahoma, porque las falsificaciones sólo llevan al engaño. Semejantes falsificaciones se producen en nuestro país, por desgracia, con extrema facilidad. Por fortuna, autores españoles ha  publicado excelentes trabajos a los que se ha prestado muy poca atención porque nadan contra la corriente de la corrección política; es decir, se mueven en el peligroso terreno de la búsqueda de la verdad. Recomendaría algunos magníficos trabajos. En primer lugar, los de Serafín Fanjul, profesor de Literatura Árabe en la UAM, La quimera de al-Ándalus y Al-Ándalus contra España. La forja de un mito, ambos editados por Siglo XXI; pero también el que fue Premio Internacional de Ensayo Jovellanos en 2008: Rosa María Rodríguez Magda, Inexistente Al Ándalus. De cómo los intelectuales reinventaron el Islam, Oviedo, Ed. Nobel, 2008.

            En la actualidad la sumisión es una presencia en Europa. Hace poco hemos visto cómo un grupo de musulmanes intentaba “tomar” la catedral de Córdoba, como se ha tomado ya la plaza de la catedral de Milán***. No nos vendrá mal pensar todas estas cosas para poder adoptar una posición sensata y no ingenua. De todos modos, Santa Sofía es mucho más hermosa, pues la sumisión arrasa las culturas que conquista. En todo esto no es indiferente la concepción que los propios musulmanes tienen del Corán****, algo que muy pocos se toman la molestia de pensar.  Algún deberíamos hablar del papel de Bizancio en todo esto...

*Al que algunos compañeros entre brormas llamaban por su aspecto “el ayatollah”. Semejante maldad, perdón, este mote se debió a ese escritor de raza—vamos a decirlo como a él se refirió Echequine en sus memorias—que es José María Vaz de Soto.
**En árabe la palabra “Allâh” significa “Dios”. De hecho, los árabes cristianos acostumbraron a traducir el griego theós por el árabe Allâh, que tiene la misma raíz que el hebreo `El, cuyo plural es Elohim. Por lo tanto, “Alá” no es nombre propio en el sentido de Yhwh, aunque se ha impuesto como tal debido a la costumbre de no traducir. De hecho, a fieles de otras religiones se les ha prohibido en algunos países musulmanes utilizar en sus actos litúrgicos la palabra “alá”.
***Este incidente me ha hecho recordar las reflexiones de Oriana Fallaci, que convendría leer con tranquilidad. La periodista fue difamada por el simple hecho de no aceptar las líneas trazadas por los bienpensantes.
****Significa “la recitación”, porque no se trata primariamente de un libro sino del dictado de Dios (en árabe “Alá”) a Mahoma. Además de suponer el analfabetismo de Mahoma, que muchos musulmanes defienden tenazmente (con lo que eso significa; pero, hago constar, el profesor Khalil desmiente), la concepción del Corán como dictado no deja ningún margen a la interpretación. Por eso en el mundo musulmán se han impuesto las concreciones legales. Dicho en otras palabras: ni el Corán es una realidad semejante a la Biblia ni una iglesia o sinagoga es semejante a una mezquita. Las simplificaciones pueden resultar aquí hasta peligrosas.

Shalom.

1 comentario:

Alfonso Ropero Berzosa dijo...

Felicitaciones por este post tan documentado, interesante y actual. Es un tema cuyo debate aún ni ha empezado (a nivel general y académico) y está llamando a gritos una atención prioritaria, serena y firme a la vez.