martes, 23 de marzo de 2010

Gianni Vattimo. 2


DESPUÉS DE LA MUERTE DE DIOS. 2

Decíamos ayer que la introducción daba ocasión para anotar algunos problemas (además del problema que genera ella por sí sola). En primer lugar, la interpretación de la teología radical, porque decir que “la cristianización de la cultura fue un pacto con el diablo desde el comienzo” (pág. 19), así, sin más, no es sólo un disparate sino, directamente, apuntar por un cristianismo que niega el principio de encarnación que es, precisamente, lo característico de la fe cristiana, pues el ni la Iglesia es una aparición doceta (frase ésta de un afamado teólogo de la liberación) ni la fe cristiana puede vivirse “pura”: el catarismo ha sido siempre una amenaza. No, lo hermoso de la fe cristiana es que se encarna en las culturas diferentes manteniéndose la misma (vamos, eso que se llama inculturación). Nuestro prologuista se corrige un poco más abajo y dice que si no fue un pacto con el diablo, sí puede que fuese “el sueño de un loco”. Y aquí convendría, al estilo escolástico, distinguir, pues una cosa es la constantinización de la Iglesia (ya hemos hablado de teología política en otras ocasiones y yo, personalmente, pienso que Peterson estaba en lo cierto) y otra la inculturación de la fe, pues ¿qué lenguaje debió adoptar el cristianismo? Pues la fe no es un lenguaje si no se encarna. El error, si lo hay, fue la esclerosis de ese modelo—aunque conviene leer El complejo antirromano de Hans Urs von Balthasar para alcanzar un poco e equilibrio. Hubo, y hay, iglesias egipcias, armenias, griegas, persas...y latinas. Cada una creó sus propios modelos culturales y estéticos sin arrasar lo que se encontraban, sino fermentándolo. Ésta es una de las grandes diferencias con la Sumisión, que aniquila las culturas con las que se encuentra. Por lo tanto, conviene distinguir netamente en el plano intelectual (pues en la vida real todo es una maravillosa mezcolanza) el plano del modelo político y la inculturación.

Pediría yo, además, un poco de coherencia: “el ideal de una cultura occidental que se mantuviera unidad por la común identidad y herencias cristianas se ha vuelto contra sí mismo con todo su potencial destructivo” (pág. 22), pues si estamos haciendo genealogía hay que reconocer a los padres con nitidez. Dicho de otro manera, no se puede pretender que las causas del devenir son unas y luego, por motivos ideológicos, arremeter contra otras causas a las que ni siquiera se ha mencionado*. La cristiandad como modelo quedó superado mucho antes de Constantino, y no hace falta ser un genio para verlo con claridad. Lógicamente, el devenir de la Modernidad generó otros problemas. Sólo haré dos observaciones ausentes de la introducción:

- La posibilidad de pensar el mundo sin Dios (un mundo a-teo) se debe, en buena medida, a la fe cristiana y a su concepto de creatio ex nihilo; pero en el siglo XVI la subjetivización de esa fe—vía justificación interna del pecador: Lutero—acentuó esa posibilidad. Manuel Fraijó analizó este fenómeno con lucidez.

- Los conceptos significan en contextos y el lenguaje del cristianismo—vía declaraciones dogmáticas: Trento—quedó fijado en categorías medievales justo cuando tales categorías eran abandonandas. No conozco aún a nadie medianamente sensato que haya abordado este problema y si alguno lo conoce, estaré encantado de tener noticia de él.

Todo esto, y muchas otras cosas, trajeron ese ateísmo europeo que, sin duda, es hijo legítimo de la fe cristiana. Además está, nos lo enseñó Reyes Mate en su tesis doctoral hace muchos años, el hecho de que el ateísmo ha sido un problema político. Pero ya casi no quedan ateos porque el ateísmo ha sido desplazado por el mucho más cómodo agnosticismo. El lenguaje teológico perdió hondura en el proceso de la Modernidad**, que acabó secularizándolo. De hecho, la Modernidad ha vivido una especie de complejo de Edipo hoy muy visible: ha querido matar al padre (Dios) para quedarse con la madre (la Religión). Este fenómeno se ha hecho más evidente desde que la fragmentación de los saberes han dejado a la Filosofía prácticamente sin contenido o como simple ancilla scientiae. La Filosofía ha tendido a apropiarse los contenido teológicos. No citaré más que un nombre por todos conocido: Heidegger.

La Modernidad dejó a la fe en una situación en la que estaba obligada a reinterpretarse radicalmente***. Aquí nos llega el eco de D. Bonhoeffer y su búsqueda de un cristianismo no religioso. Y de acuerdo: la deconstrucción puede ser la hermenéutica de la muerte de Dios. Pero esto ¿nos permite hablar de un retorno de la religión como si se hubiese ido? Sólo si por religión entendemos—como Hegel y Nietzsche—cristianismo, pues las formas religiosas son caprichosas y gustas de metamorfosearse y ocultarse, como mostró magistralmente Miercea Eliade. Pero así estamos aún en la introducción.Mañana, o cuando pueda si puedo, seguiré.

*Esto me trae a la memoria las críticas del marxismo ortodoxo: tras la afirmación de que el motor de la historia se encontraba en la infraestructura y en la estructura, no veía contradicción en buscar los males de la historia en otros lugares. Reducida la religión (identifica con el cristianismo) a pura ideología se hacía de ésta, sin embargo, el motor de la historia. Pero, claro, como Nietzsche sabía el sufrimiento pregunta por un quién y las estructuras nunca se han sentido muy culpables por nada...

**Cabe recordar que J. Toland, el lugarteniente teológico de Newton, fue capaz de hablar de un cristianismo sin Cristo; pero se debe mantener que una imagen de Dios que no sea capaz de soportar la cruz de Cristo no tendrá ningún cuño cristiano. Theologia crucis, ¿no?

***Esta situación no era nueva e incluso tiene profundas raíces bíblicas. No sólo hay que pensar en la crisis que refleja 1Tes; podemos mirar más atrás, al Deuteoisaías, y la crisis profundísima que supuso la destrucción de Jerusalén y el Destierro: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo. El problema siempre sin resolver es el de la esclerosis de las fórmulas. Habría que darle una oportunidad a la metáfora.

Shalom.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cierto, mucho más cómodo el agnosticismo.