martes, 25 de junio de 2013

Nikola Madzirov

EL ANGEL TRISTE DE LA BELLEZA



         Pre-Textos tiene una maravillosa colección de poesía, La Cruz del Sur; nombre que, como todo el mundo sabe, hace referencia a la más famosa constelación del Hemisferio Austral. Curiosamente, Austral ha sido una de las colecciones de libros más relevantes para la cultura hispánica en los últimos cincuenta años: ¿quién no tiene uno de esos formidables libros que recuerdan al otoño cada vez que se abren: el suelo se llena de hojas, de las hojas que constituyen nuestra vida. La Cruz del Sur: un nombre bien elegido, porque la constelación de escritores editados brilla con su propia luz en el firmamento de la belleza. Quien lo desee puede echar un vistazo rápido—no hace falta que se entretenga—la lista de autores publicados. La colección se encuentra bajo el patrocinio de los argentinos Sarah Girri y Jorge Gallardo, a los que debemos agradecer el esfuerzo que hacen. Siempre que me detengo en la sección de poesía de cualquier librería presto especial atención a las novedades de Pre-Textos. Vaya esto por delante. Sin embargo, como he referido en otras ocasiones, las cubiertas de la colección no se hicieron para leer y releer los poemarios. Como se puede observar en la fotografía que encabeza esta entrada, el poemario de Nikola Madzirov está quedando en un estado infame y apenas lleva en mi poder un mes. Cierto es que ha pasado por dos o tres manos, pero eran cuidadosas, como las mías, y la lectura no justifica el aspecto sucio de la portada. Para consolarme un poco, siempre digo que las arrugas son los surcos del tiempo y que un rostro eternamente liso es enteramente falso. Cierto desgaste en los libros es, pues, esperable, pero no tanto. Sé que la colección perdería parte de su encanto si la confección de la portada, con eso encantadores dibujos, variase notablemente; pero me resisto a aceptar que no es posible ninguna mejora. Claro que mis opiniones no son tampoco relevantes en este asunto. Estoy dispuesto a perdonar todas las deficiencias de las portadas si La Cruz del Sur nos siguen ofreciendo a tantos maravillosos poetas.

            Y lo importante. Di con Nikola Madzirov, Lo que dijimos nos persigue (traducción de Yolanda Castaño y María Pretovska), Valencia, Pre-Textos, 2013. El único comentario adecuado para este gran poemario es una invitación solemne, casi litúrgica, a leerlo y a disfrutarlo. La labor de las traductoras ha sido magnífica y, aunque ignoro cómo suena los versos en la lengua original (supongo que macedonio) en español me han emocionado profundamente. Tanto que no me atrevo a hablar de ellos, porque lo hacen con voz nítida, de pura luz, por sí mismos:

CUANDO ALGUIEN SE VA
TODO LO QUE HICIMOS REGRESA
A Marjan K.
Por el abrazo de la esquina entenderás
que alguien se va a alguna parte. Siempre es así.
Vivo entre dos verdades,
como una luz de neón que vacila
en un pasillo vacío. En mi corazón cabe
cada vez más gente que ya no está.
Siempre es así. Empleamos una cuarta parte
de nuestra vigilia en el parpadeo.
Olvidamos las cosas aún antes de perderlas:
el cuaderno de caligrafía, por ejemplo.
Nada es nuevo. El asiento
en el autobús siempre está caliente.
Las últimas palabras pasan de unos a otros
como cubos oblicuos en un incendio estival.
Mañana sucederá otra vez:
la cara, antes de desaparecer de la foto,
perderá primero las arrugas. Cuando alguien se va
todo lo que hicimos regresa.

            ¿Qué se puede decir? Quizás llorar mirándonos las manos, porque el último verso es una verdad total, que difícilmente alguien alcanzaría a expresar no digo ya mejor, sino de otra manera.

            Nikola Madzirov nació en Strumica en 1973 y le ha tocado vivir dos guerras: la recordaban sus padres y la que le tocó en su juventud. Por la solapa sé de él que es poeta, ensayista y traductor, que ha publicado varios libros y ha ganado el Premio Hubert Burda para poesía de Europa del Este y el más prestigioso premio de poesía de Macedonia, el Premio Hermanos Miladinov. No es de Europa del Este, esa designación advenediza que le debemos al Telón de Acero; no: es un centroeuropeo de mirada penetrante, curtido por una historia lacerante, aunque sea verdad que no necesita el mapa del mundo cuando se queda dormido. Sin embargo, como a Misłoz, Zbigniew Hebert o Adam Zagajewski, el peso de la historia reposa en el pasado del que viene y, aunque trate de evitarlo, se hace presente en sus poemas ya sea como nostalgia (maravilloso poema Cosas que queremos tocas) o como olvido (El que escribe). Poesía capaz de tocar la fibra más secreta de nuestra alma con una imagen, de hacernos meditar sobre nuestra existencia, pero que a la vez nos ofrece una belleza semejante al oro empañado por el tiempo: su brillo está ahí, escondido; somos capaces de verlo, de sentirlo, pero nuestro respeto, el mío al menos, me impide bruñir el metal. Madzirov es capaz de crear imágenes que nos golpean como rayos:

INVISIBLE

Algo sale de mí
denso como el humo de un fuego recién apagado,
lejano como una semilla arrojada al sol.

Mi rostro palidece
entre el vaho, sobre el espejo,
peso como una cortina que perpetuamente lucha
por alcanzar la alfombra con sus bordes gastados.

Sueño contigo aunque no te lo diga,
pierdo dimensión como si fuese una bandera
enrollada alrededor de un mástil inclinado.

Yo puedo convocarte sólo a través del tiempo,
pues él tiene cada vez menos quien lo capture.
Ojalá regresaras, junto a las mariposas,
dispuestas a no ser vistas jamás.

Las tinieblas también se encierran en sí mismas a escondidas.

El deseo de tocarte la frente cuando nadie mira
es más antiguo que el tiempo.

            ¿Podemos ser dichos de mejor manera? Acabo de recordar Yira, yira, en la voz de Gardel no sé bien por qué, pero la infinita fragilidad de la existencia, y de la belleza tiene ahora un sabor gris: el deseo de tocarte la frente cuando nadie mira/es más antiguo que el tiempo, ¿acaso no estamos obligados a memorizar toda la belleza que se encierra en esas palabras? Sin duda son también una invitación no a la mudez, sino al silencio, a ése que nos hace cuando callamos contemplando las estrellas. Quizás todos somos estrellas en busca de su constelación, reyes en el exilio, y todos necesitamos una palabra de consuelo que nos abra a la belleza:


SILENCIO

No existe en el mundo el silencio.
Es tan sólo un invento de los monjes
para oír el trotar de los caballos
y las plumas cayendo de las alas.

            Si mis palabras le parecen a alguien excesivas, le ruego que se tome la molestia de leer Lo que dijimos nos persigue. No hace falta que lo compre: yo se lo presto, porque aunque esté completamente deshecho conservaré este poemario para siempre.

EL CIELO SE ABRE

Heredé una vez una casa sin número,
con viejos nidos deshechos
y grietas en los muros como venas
de un amante excitado.
Es justo en ellas donde duerme el viento
y las palabras que condensan cada ausencia.
Es verano y huele
a tomillo pisado.
Terminan su rosario ya los monjes,
el cielo se abre para hacer corriente
también nuestro interior.
Los árboles son verdes, nosotros invisibles:
sólo así pueden verse
nuestro hijos no nacidos y la noche
que hace a los ángeles
más puros aún.

            Es verdad: lo que dijimos nos persigue, pero también lo que callamos. Nuestra vida está justo ahí, detrás de nosotros, como un perro famélico, esperando su hora. Y seremos más puros aún, como los ángeles, si nos dejamos elevar por la belleza.

            Shalom. 

3 comentarios:

Hutch dijo...

Doy fe de todo: deficiencias táctiles de la portada, segunda mano cuidadosa, relámpagos existenciales únicos en los poemas, buena traducción y bagaje histórico presente de manera ineludible (como en los polacos citados). Esa guerra que Ud. cita acabo de revivirla en la curiosa novela "La hija del Este" de Clara Usón, último Premio de la Crítica, aunque de título no muy afortunado. Saludos.

Unknown dijo...

Parece que este sí te ha gustado. Lo leeré.

Anónimo dijo...

Excelente blog y magnífica reseña. Me han recomendado a Madzirov y, sin duda, me haré con él.