ESPECTÁCULO
El siglo pasado se publicó un libro cuyos análisis se mantienen intactos. Empiezo así por varias razones. En primer lugar, hoy he tenido una pequeña y amistosa discusión en torno a las pantallas que permiten leer libros; mantenía yo frente a mis adversarios que el bibliófilo no aceptará esos aparatejos, porque, como he dicho otras veces, un libro es también su soporte. Me han respondido que mi argumento era falso y la prueba irrefutable es que ¡ellos eran lectores! En fin, ¿vale la pena discutir con quien confunde al lector con el bibliófilo? Intenté cerrar la discusión, pero no me lo permitieron. Argumentaron señalando que los aparatos permitían almacenar gran cantidad de obras—de paso usaron el “argumento ecológico” sin pararse a pensar que los medios electrónicos han supuesto un incremento en el consumo de papel (i). Eso me hizo pensar en que los chismes electrónicos permitirán llevar cientos o tal vez miles de libros... que nunca serán leídos, pero estarán cuidadosamente guardados. Mal de archivo: eso es lo que se avecina. Si la imprenta ya ha conseguido multiplicar la publicación de obras perfectamente inútiles, la informática permitirá sacar a la luz aún más cosas inútiles. Con semejantes medios hoy no sería posible un Kafka. Y, en segundo lugar, estoy bastante harto de escuchar opiniones que hacen del tiempo un cartero de la verdad: es también parte del mal de los agrimensores que, defendiendo el carácter absoluto de las verdades científicas (ii), denigran las demás verdades a meras opiniones (iii). Da la impresión de que Heráclito no pudo encontrar ninguna verdad como tampoco Platón, Tomás o Descartes... y sólo en los “tiempos modernos” hemos llegado a comprender ciertas verdades. Ahí no sólo funciona la noción de progreso (que nadie acaba de explicar quizás porque nadie acaba de entender), sino la estupidez de creerse más alto por haberse encaramado a la espalda de un gigante.
Una vez dicho esto, ¿no quería recordar el libro de Guy Debord, La sociedad del espectáculo, Valencia, Pre-Textos, 1999? Publicado originalmente en 1967 en la editorial Buchet-Castel para pasar a publicarse a continuación, desde 1971, en la editorial de aquel curioso personaje, amigo y mecenas de Debord que fue Gérard Lebovici. No sólo publicó La sociedad del espectáculo, sino que financió generosamente las películas de Debord e incluso llegó a comprar una sala de cine, Cujas Studio Cinema, en el centro de París para exhibir exclusivamente las películas del fundador de la Internacional Situacionista. El asesinato del editor nunca ha sido resuelto y Debord tuvo incluso que publicar unas reflexiones sobre el suceso quizás porque había sido acusado. Fue la época en que algunos dieron también por muerto a Debord y se vio en la obligación de publicar una fotografía suya en el libro Consideraciones sobre el asesinato de Gérard Lebovici, Barcelona, Anagrama, 2001. La fotografía me hizo gracia (iv), porque Debord parece en ella una persona de mirada oblicua, algo timorata.
¿Quién fue Debord? Su nombre aparece asociado al Mayo del 68, aquella revuelta que hizo temblar a Francia y que, como un fantasma, recorrió Europa Occidental; porque, claro,unos meses antes, otro fantasma había recorrido también Europa, pero la del Este (v): la Primavera de Praga, que empezó en enero y acabó con los tanques de agosto. Algún día los europeos reflexionaremos seriamente sobre las heridas que la Modernidad nos ha dejado, aún nos deja, y a las que nadie quiere mirar abiertamente. Esto es, sin embargo, otro tema. Decía que Debord aparece ligado al Mayo Francés: la crítica a De Gaulle, la política francesa en Argelia, Vietnam... No fue una revuelta de obreros, que sólo se sumaron tardíamente a la protesta y sin demasiada convicción (el mismo caso que el Partido Comunista Francés, con otros graves problemas por la época). Debord había nacido en 1931 (por lo tanto, sus experiencia de la Segunda Gran Guerra son conscientes); terminada la guerra recibió la influencia de Cornelius Castoriadis (personaje de curiosa trayectoria intelectual) en el grupo Socialismo o barbarie. En estos círculos se relacionó con otros intelectuales que, posteriormente, tendrían una gran presencia pública: Henri Lefebvre, Edgar Morin y Lyotard. Sin embargo, desde mi modestísimo punto de vista en este asunto, creo que la influencia decisiva en Debord fue la del húngaro Georg Lukács y su teoría de la reificación, cuya vigencia sigue siendo indiscutible (vi). No obstante, creo que estos análisis debe ser completados, desarrollados y fundamentados desde una perspectiva teológica, pues el capitalismo funciona desde el deseo (en gran medida mimético: la razón a Girard) y la publicidad, básica en la sociedad de consumo, establece los relatos míticos que pretenden dotar de sentido a una existencia reducida al absurdo.
En 1957 se funda la Internacional Situacionista—fruto de diversos cruces, por decirlo así, entre los que cabe destacar la Internacional Letrista, el Consejismo... Sin duda, recibió la influencia del surrealismo, del futurismo y de Dadá. Sea como fuere, intelectuales y artistas situacionistas , sobre todo franceses, ejercieron una gran influencia en el mundo universitario. Esta ascendencia se puso de manifiesto en el Mayo del 68 que, en buena medida, estuvo inspirado por el Movimiento Situacionista (vii). En este contexto debe situarse La sociedad del espectáculo, cuyo original es de 1967. Tras las revueltas estudiantiles Debord pasó a una especie de semiclandestinidad sin abjurar de los principios que habían dirigido su acción. En 1994 Debord se suicidó.
Quizás estaría de más presentar La sociedad del espectáculo. Se trata de un libro admirable donde los haya, que no sólo ayuda a pensar y da que pensar, sino que manifiesta la capacidad, alcanzada por pocos autores, de remover lo ya pensado. Lógicamente, las críticas que se le pueden hacer son múltiples, pero eso sólo quiere decir que la obra sigue siendo aún criticable, es decir, actual. ¿Qué podría destacar del libro? Transcribiré algunos párrafos de la primera parte de La sociedad del espectáculo:
La vida entera de las sociedad en las que imperan las condiciones de producción modernas se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo directamente experimentado se ha convertido en una representación (pág. 37).
El espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes (pág. 38).
El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que esto: “lo que aparece es bueno, lo bueno es lo que aparece” (pág. 41).
El carácter fundamentalmente tautológico del espectáculo se deriva del hecho simple de que sus medios son, al mismo tiempo, su fin. Es el sol que nunca se pone en el seno de la pasividad moderna. Recubre toda la superficie del mundo y se apoya indefinidamente en su propia gloria (pág. 41).
La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social comportó una evidente degradación del ser en tener en lo que respecta a toda valoración humana. La fase actual de ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un desplazamiento generalizado del tener al parecer, del cual extrae todo “tener” efectivo su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo, toda realidad individual se ha hecho social, directamente dependiente del poder social, elaborada por él. Sólo se le permite aparecer en la medida en que no es (págs. 42s).
Sería posible continuar con las citas, pero será mejor hacer una invitación a sumergirse en la lectura de La sociedad del espectáculo. Quisiera hacer, no obstante, alguna observación como impertinente teólogo, aunque empezaré por un consejo: convendría tener presente el contenido escatológico de la fe cristiana antes de hacer afirmaciones a la ligera sobre ella. Me parece que Jacob Taubes acertó en buena medida en su comentario a Romanos. Ahora, las observaciones. Primera: la observación marxiana sobre la necesidad que el capitalismo tiene de la religión (viii) para mantener la alienación se ha demostrado falsa, pues—contra las previsiones de Marx—nos encontramos que a más capitalismo, menos “religión”. Claro que aquí “religión” significa “fe cristiana”. Sería inconsecuente buscar en la “religión” las causas de la deriva inhumana del capitalismo. Segunda: la reificación del arte ha tenido lugar, precisamente, cuando los problemas fundamentales de la existencia han dejado de importar en el mundo del (mercado del) arte. Tercera: el tardocapitalismo (o como se le prefiera llamar: el sistema social cuyo fundamento es el consumo masivo) hace emerger una pseudorreligión, que usa los símbolos de “la” religión, pero vaciándolos de contenido al dejar de referirlos a fines (al sentido de la vida, si se prefiere).pero en cualquier caso mito del consumo/nueva religión secular pseudorreligión. Aquí se debe examinar con detenimiento el papel de la publicidad (incluyendo el cine): la información se convierte en propaganda. Cuarta: el tardocapitalismo vive de la frustración constante de los individuos, pues no da nunca lo que promete (la felicidad) pero sólo permite un camino, el consumo siendo así que los fines no son consumibles. Necesita, pues, convertir todo en medio: esto debe iluminar el carácter de fetiche que adquiere el dinero en nuestras sociedades (Mammón). Y, por acabar, quinto: espectáculo acaba significando lo mismo que virtual; de hecho los individuos acaban dirigidos no a la realidad, sino a una virtualidad con apariencia de realidad (“virtualidad real”).
Los buenos capitalistas insisten: no hay alternativas; pero es que ni siquiera permiten pensarlas. Pero aquí se debería ir más lejos y mostrar cómo los supuestos focos de resistencia están alimentados de la misma dinámica. Ya he dicho en otra ocasión que el socialismo real (no el irreal, desde luego) fracasó porque pretendía lo mismo que el capitalismo, pero tardaba más tiempo y exigía más sacrificios. Hay que aprender a pensar de otro modo (y en esto la razón se la lleva, me temo, Hegel). El pensamiento necesita corazón o, por decirlo de otro modo, no se puede pensar humanamente aparcando la compasión. No quiero que esto se transforme en lo que no es. Hablo de libros y vidas. La sociedad del espectáculo dejó su huella en mí y creo que la dejará en todos los que se acerquen a ella con la mente abierta y aguzando su capacidad crítica.
(i) Soy de esas personas a las que les gusta escribir a mano y con pluma. Lo hago así desde los catorce años tras varios intentos fallidos intentando mejorar mi cacografía y convertirla en caligrafía. Al final me quedé a la mitad del camino. Sin embargo, desde años, muchos, sólo usó para escribir papel verjurado y de cien gramos. No tiro una sola hoja entre otras cosas por ahorrar.
(ii) Incluso manteniendo el carácter relativo de cualquier verdad—proposición autorreferente donde la haya.
(iii) Algún día habrán de pararse los filósofos que queden—y quedan ya muy pocos filósofos y muchos opinadores—a discutir nuevamente el problema de la doble verdad, pues la mayoría de los mortales vive en los mundos de Yupi (supongo que se escribe así). No creo que la verdad sea divisible y siempre me ha parecido digna de admiración y respeto la doctrina clásica de la unidad de los trascendentales cuya destrucción explicaría buena parte de las estéticas modernas.
(iv) Sin embargo, no he encontrado el libro en mi biblioteca. En algún lugar debe estar, pero las dobles filas y un creciente desorden me hacen emplear mucho tiempo cuando busco libros que leí y no he vuelto a retomar. Claro que este no es el caso de La sociedad del espectáculo.
(v) Alguna vez volveremos a hablar de Europa Central, aunque sea ya como la cicatriz que los totalitarismos dejaron en el corazón de Europa.
(vi) No deja de ser curioso que uno de los mayores críticos del capitalismo proceda de una familia de banqueros. Sin embargo, no caeré en aquello de “los padres comieron agraces, los hijos tuvieron dentera”, porque quizás por su procedencia tenía Lukács un conocimiento preciso de los mecanismos del capitalismo.
(vii) Desde luego, el siglo XX ha sido una época de “movimientos”. Quizás tenía razón Pascal al señalar que los males del ser humano le venían por su incapacidad para quedarse sentado...
(viii) El concepto “religión” ¡qué problemático! La modernidad lo ha convertido en una plantilla en la que cabe todo y, por lo tanto, lo hace susceptible de ser criticado desde cualquier punto de vista. Este concepto suele ser usado, claramente, como chivo expiatorio. Una observación: si el motor de la historia es otro, ¿a qué culpabilizar a “la” religión?
Dos manifiestos. Muy diferentes, más de lo que un simple vistazo puede dar a entender. El primero, ¿no inspiró la barbarie de los años treinta? Y el segundo ¿ha llevado a alguna parte que no sea a la nostalgia?
MANIFIESTO FUTURISTA
Año 1909
1. Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.
2. El coraje, la audacia, la rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo.
4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia.
5. Queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra, lanzada también ella a la carrera, sobre el circuito de su órbita.
6. Es necesario que el poeta se prodigue, con ardor, boato y liberalidad, para aumentar el fervor entusiasta de los elementos primordiales.
7. No existe belleza alguna si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser una obra maestra. La poesía debe ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para forzarlas a postrarse ante el hombre.
8. ¡Nos encontramos sobre el promontorio más elevado de los siglos!... ¿Porqué deberíamos cuidarnos las espaldas, si queremos derribar las misteriosas puertas de lo imposible? El Tiempo y el Espacio murieron ayer. Nosotros vivimos ya en el absoluto, porque hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.
9. Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo– el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer.
10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria.
11. Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas, devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al viento como una bandera y parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que lanzamos al mundo este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e incendiaria con el cual fundamos hoy el FUTURISMO porque queremos liberar a este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios. Ya por demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de ropavejeros. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren por completo de cementerios.
MANIFIESTO DE LA INTERNACIONAL SITUACIONISTA
Año 1960
Una nueva fuerza humana, que el marco existente no podrá reprimir, crece cada día con el irresistible desarrollo técnico y la insatisfacción de su utilización posible en nuestra vida social privada de sentido.
La alienación y la opresión en la sociedad no pueden ser mantenidas en ninguna de sus variantes, sino únicamente rechazadas en bloque con esa misma sociedad. Todo progreso real queda evidentemente suspendido hasta la solución revolucionaria de la crisis multiforme del presente.
¿Cuáles son las perspectivas de organización de la vida en una sociedad que, auténticamente, "reorganizase" la producción sobre la base de una asociación libre e igualitaria de productores? La automatización de la producción y la socialización de los bienes vitales reducirán cada vez más el trabajo como necesidad exterior y proporcionarán, finalmente, plena libertad al individuo. Liberado así de toda responsabilidad económica, de todas sus deudas y culpabilidades hacia el pasado y el prójimo, el hombre dispondrá de una nueva plusvalía incalculable en dinero porque no se la puede reducir a la medida del trabajo asalariado: el valor del juego, de la vida libremente construida. El ejercicio de dicha creación lúdica es la garantía de la libertad de cada uno y de todos en el marco de la única igualdad garantizada con la no explotación del hombre por el hombre. La liberación del juego es su autonomía creativa, que supera la vieja división entre el trabajo impuesto y el ocio pasivo.
La Iglesia ha quemado en otro tiempo a supuestos brujos para reprimir las tendencias lúdicas primitivas conservadas en las fiestas populares. En la sociedad hoy dominante, que produce masivamente pseudo-juegos desconsolados de no-participación, una actividad artística verdadera es clasificada forzosamente en el campo de la criminalidad. Es semiclandestina. Aparece en forma de escándalo.
¿Qué es esto, de hecho, más que la situación? Se trata de la realización de un juego superior, más exactamente la provocación a ese juego que constituye la presencia humana. Los jugadores revolucionarios de todos los países pueden unirse a la I.S. para comenzar a salir de la prehistoria de la vida cotidiana.
A partir de ahora, proponemos una organización autónoma de los productores de la nueva cultura, independiente de las organizaciones políticas y sindicales que existen en este momento, pues nosotros negamos la capacidad de organizar otra cosa que el acondicionamiento de lo existente.
El objetivo más urgente que fijamos a dicha organización para una primera campaña pública cuando salga de su fase experimental inicial es la toma de la U.N.E.S.C.O. La burocratización unificada a escala mundial del arte y de toda la cultura es un fenómeno nuevo que expresa el profundo parentesco de los sistemas sociales coexistentes en el mundo, basados en la conservación ecléctica y en la reproducción del pasado. La respuesta de los artistas revolucionarios a estas nuevas condiciones debe ser un nuevo tipo de acción. Como la existencia misma de esta concentración directiva de la cultura, localizada en el único edificio, favorece su confiscación por medio de un putsch; y como la institución carece completamente de posibilidades de un uso que tenga sentido fuera de nuestra perspectiva subversiva, nos encontramos justificados, ante nuestros contemporáneos, para apoderarnos de tal aparato. Y lo haremos. Estamos decididos a apoderamos de la U.N.E.S.C.O., aunque sea por poco tiempo, ya que estamos seguros de hacer en ella rápidamente una obra que quedará como la más significativa por esclarecer un largo período de reivindicaciones.
¿Cuáles deberán ser los rasgos principales de la nueva cultura, sobre todo en comparación con el arte antiguo?.
Contra el espectáculo, la cultura situacionista realizada introduce la participación total.
Contra el arte conservado, es una organización del momento vivido directamente.
Contra el arte fragmentario, será una práctica global que contenga a la vez todos los elementos utilizados. Tiende naturalmente a una producción colectiva y sin duda anónima (en la medida en que, al no almacenar las obras como mercancías dicha cultura no estará dominada por la necesidad de dejar huella). Sus experiencias se proponen, como mínimo, una revolución del comportamiento y un urbanismo unitario dinámico, susceptible de extenderse a todo el planeta; y de propagarse seguidamente a todos los planetas habitables.
Contra el arte unilateral, la cultura situacionista será un arte del diálogo, de la interacción. Los artistas -como toda la cultura visible- han llegado a estar completamente separados de la sociedad, igual que están separados entre ellos por la concurrencia. Pero antes incluso de que el capitalismo entrase en este atolladero el arte era esencialmente unilateral, sin respuesta. Esta era cerrada de su primitivisrno se superará mediante una comunicación completa.
Al llegar a ser todo el mundo artista en un plano superior, es decir, inseparablemente productor-consumidor de una creación cultural total, se asistirá a la disolución rápida del criterio lineal de novedad. Al ser todo el mundo situacionista, por decirlo así, se asistirá a una inflación multidimensional de tendencias, de experiencias, de "escuelas" radicalmente diferentes, y no ya sucesivamente sino simultáneamente.
Inauguramos ahora lo que será, históricamente, el último de los oficios. El papel de situacionista, de aficionado-profesional, de anti-especialista, es todavía una especialización hasta el momento de abundancia económica y mental en que todo el mundo llegará a ser "artista", en un sentido que los artistas no han alcanzado: la construcción de su propia vida. Sin embargo, el último oficio de la historia está tan próximo a la sociedad sin división permanente del trabajo, que se le niega generalmente, cuando hace su aparición en la I.S., la cualidad de oficio.
A los que no nos comprendieran bien... les decimos con un irreductible desprecio: los situacionistas, de quienes os creéis jueces, os juzgarán un día u otro. Os esperamos en el cambio de sentido que es la inevitable liquidación del mundo de la escasez en todas sus formas. Estos son nuestros objetivos, y serán los futuros objetivos de la humanidad.
Las fotografías que ilustran el comentario de esta semana están referidas a algunos de las personas de las que he hablado; también hay dos imágenes clásicas del Mayo del 68. Al final he añadido dos canciones de la época. La de Bob Dylan es de 1966 y la de los que no necesitan presentación es, curiosamente, de mayo de 1968.
Shalom.
1 comentario:
¿Qué queda hoy del '68? Todo se lo ha llevado el viento.
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