lunes, 8 de septiembre de 2008

RESPUESTA. Conversación con EGO

Donde la conversación
con EGO se prolonga
y se agradece un comentario
sobre las fotografías

Querido amigo EGO, no tienes que darme las gracias por contar historias: pocas cosas hay con las que yo disfrute más. De hecho, en tu segundo comentario afirmas notar cierto “parón”. Lo ha habido y una de las razones es que he estado escribiendo historias (para entretenerme, pero también para descansar). Quizás no pueda mantener el ritmo de comentarios de septiembre, porque aunque no me cuesta trabajo escribir, sí me resulta costoso editar esta gacetilla porque no conozco muy bien el funcionamiento de los medios técnicos y, sin embargo, me gusta que las cosas queden aceptables (ni te imaginas el trabajo que me cuesta que las fotografías aparezcan donde aparecen... Un amigo -otra historia y verídica- me decía: “Valentín, tienes las manos eróticas: todo lo que tocas, lo jodes” -y ya me perdonarás la expresión). Por otra parte, me resulta conmovedor que nos impresionen las mismas historias. La del Nazareno cada día la conoce menos gente; por cierto, M. Yourcenar habla de esa historia de manera magistral en El tiempo, gran escultor, publicado por Alfaguara (lo tengo en algún lugar de la biblioteca, seguro, pero ahora no soy capaz de encontrarlo). El título del libro es ya una invitación para leerlo. No estamos en un tiempo apto para historias de perdedores (podrías leer La puerta de la misericordia, también en Alfaguara. Otro día contaré algo sobre ese libro). En cuanto a Benjamin siempre me cayó bien porque era feo y miope, justo en los antípodas del éxito moderno. Sin embargo, lo más hermoso es que estas historias te reconforten.

Estoy absolutamente seguro de que podrías leer La prueba del laberinto. Y si lo lees, estoy seguro de que encontrarás algo que te dará que pensar, porque uno puede no estar de acuerdo con un autor, pero los grandes -y Eliade lo es- te hacen pensar y te abren puertas. El próximo libro del que hablaré será un poemario; no te lo prometo, pero te lo aseguro.

Además de todo, me encanta, si me permites expresarlo así, que te gusten las fotografías. Espero seguir charlando contigo y perdóname si alguna vez me retraso: puedes creerme si te prometo, esta vez sí, que me hace feliz hablar contigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EGO

Querido amigo Valentín:
antes de escribir tu nombre - me daba cierto pudor tomarme esta confianza- he estado observando la fotografía de tu perfil con cierto detenimiento. Después de ello, y de lo que ya hemos compartido en nuestras charlas,me he atrevido a encabezar este escrito de la forma en que lo he hecho: Querido amigo Valentín.

En primer lugar, decirte que me alegra que tu "parón" haya sido creativo y que lo hayas dedicado también a la literatura: escribir es apasionante siempre que no lleve al aislamiento, a una especie de soledad personal que te impida la relación con los demás. Imagino que no es tu caso, pero si el mío. Muchas veces he escrito para evitar hablar, porque me dolía hablar, porque me emocionaba hablar...temía que mis sentimientos me hicieran aparecer ante los demás en la más absoluta desnudez. Me arrepiento de haberme refugiado sólo en la escritura porque sé que, con ello y en ello, he perdido mucha sociabilidad y capacidad de comunicación con las personas a las que quiero.

En cuanto a Historias de perdedores ¿Es perdedor el pobre, el que comparte, el que sufre, el que perdona, el que busca la verdad, el que se entrega sin condiciones, el que ama contra viento y marea?
Para mi los perdedores son los que no lucharían jamás por nada ni por nadie.Pobre gente, perdedores del BMW, de la segunda residencia, del trabajo veinticuatro horas, de brazaletes y relojes de diamantes. Perdedores. Pobre gente.
Creo que es cuestión de valores y también de justicia.
Sobre Benjamin: me encanta tu descripción y su "relación" con el éxito "moderno".
Por último, agradecerte tus recomendaciones de lectura (ahora estoy leyendo una obra de teatro) y tu promesa de seguir un poco con la poesía cuando tengas tiempo.

Me resulta un poco "misteriosa" tu despedida:
"puedes creerme si te prometo, esta vez sí, que me hace feliz hablar contigo"
A mi siempre me hace feliz hablar contigo.