miércoles, 3 de septiembre de 2008

ENSAYO. Manfred Frank

EL DIOS VENIDERO



Cualquiera que tenga someras nociones de teología y filosofía sabe que Alemania es una verdadera jungla en los años que van de la muerte de Leibniz a la de Nietzsche, por poner dos fechas significativas. Aquí se incluye la época que otro alemán ha llamado los años salvajes de la filosofía. De hecho, la cultura alemana resultó decisiva en el siglo XIX tanto por Alemania como por Austria y el Imperio. Recuerdo que mi primer profesor de Hebreo Bíblico nos dijo a los cuatro alumnos que tenía: “La primera lengua semítica que debéis aprender es el alemán”, porque la mayoría de los diccionarios y de las gramáticas estaban en alemán. Verdad es que en mi época casi todo se traducía al inglés -y en español contamos con el magnífico diccionario de L. A. Schökel editado por Trotta de precio prohibitivo si se compara con el Brown. Bueno, a lo que íbamos**, el siglo XIX en filosofía es decisivo para entender la historia del siglo XX (piénsese sólo en el marxismo). El libro del que voy a hablar brevemente hoy toca el nudo gordiano de esa época: Manfred Frank, El Dios venidero. Lecciones sobre la Nueva Mitología, Barcelona, Ed. del Serbal, 1994 (página: http://www.ed-serbal.es/ En la colección de Delos hay obras realmente magníficas y es bueno echar una mirada...). El profesor Frank nació en Elberfeld (Alemania) el año en que terminó la Segunda Gran Guerra; le tocó, por lo tanto, crecer en plena reconstrucción y desnacificación (¿la hubo realmente?), una época en la que al decir de muchos Alemania dejó de ser Alemania para convertirse en un satélite de las superpotencias -no le faltaba razón a Fritz Heidegger en su comentario sobre las pretensiones de los americanos.

Frank tuvo como profesores a Gadamer (“el” discípulo de Martin Heidegger, al que el sentido del humor de su hermano Fritz no le hubiese venido nada mal), Löwith (al que el hijo del sacristán de Messkirch acompañó con el escudo de NSAP en un paseo por Roma mientras el bueno de Petersen, al decir de Löwith, no dejaba de tener hijos), Heinrich y Tugendhat, que son suficiente garantía de una formación no sólo sólida, sino sobre todo creativa. Y es que siempre vamos a hombros de gigantes. En la actualidad, si no me equivoco, imparte clase en la Universidad de Tubinga, célebre por su biblioteca. En tono chistoso diré que con semejantes antecedentes (¡el Seminario de Tubinga!) no es raro que el profesor Frank haya trabajado sobre todo el idealismo. Sin embargo, El Dios venidero no es un libro sobre el idealismo: es mucho más.
Jean Paul escribió su desconocido (pero, curiosamente, famoso a través de la vía francesa) Discurso de Cristo muerto desde lo alto del cosmos, diciendo que no hay Dios. Hay una muy buena traducción de Andrés Sánchez Pascual en una obra de Olegario González de Cardedal, Cuatro poetas desde la otra orilla, Madrid, Ed. Trotta, 1996; otra traducción se ha publicado en la Ed. Istmo (por cierto, ¿por qué Andrés Sánchez Pascual no continúa traduciendo a Nietzsche? Lo dejó hace unos años y supongo el motivo; pero hay otras editoriales además de Alianza y la obra emprendida merece la pena). Ese discurso fue usado por el amigo Hegel -no sólo el Viernes Santo especulativo, desde luego-, pero también por casi todos los autores del idealismo alemán y llegó a Nietzsche (quizás por la vía francesa). Todos se preguntaron por la posibilidad de vivir en un mundo en el que Dios ha muerto y, con esa muerte, cualquier posibilidad de una realidad superior que funde la existencia. El profesor Frank profundiza de manera magistral -no sólo porque el libro está escrito en forma de lecciones universitarias- en el asunto abordando la promesa de un nuevo dios que desde Hölderlin al menos es el huésped más deseado de la filosofía alemana. A ese nuevo dios se le puede llamar de muchas maneras -Pueblo, Clase, Raza o incluso “un dios”, pues “sólo un dios puede salvarlos”, Heidegger dixit-, pero desde mi modesta perspectiva se presenta como ruptura con la tradición judeocristiana en forma de una Nueva Mitología capaz de fundar el mundo. Los dioses griegos -que son los germanos despertados de su sueño milenario por la invocación de Hölderlin- ofrecen una posibilidad, sobre todo aquel gran dios, Zagreo o Dionisos. Esto explicaría en buena medida la evolución de la política alemana -no se olvide que las bacantes pretendía abolir la conciencia, tachado de invento judío y cristiano (al fin y a la postre, Jesús de Nazaret fue un piadoso judío) por los nuevos paganos. Y ya sabemos adónde condujo esa abolición. El profesor Frank traza certeramente la línea de pensamiento que va desde la Ilustración a Creuzer. Se trata de uno de esas raros libros capaces de profundizar -no sin trabajo, pero con claridad- es los laberintos de la filosofía. Debo anotar -para los interesados- que la reflexión estética está muy presente en este trabajo, imprescindible para teólogos, filósofos y gentes del pensar.

**Tenía yo un profesor al que llamábamos más o menos cordialmente “el Persiana”, porque se enrollaba solo; temo que a mí me pase lo mismo, pues muchas veces el hecho de escribir sin saber quién va a leer lo escrito (o incluso si alguien lo leerá) hace que uno se exceda con las palabras. Por eso, de nuevo al amigo EGO le doy la gracias por su último comentario sobre Pombo. Dije al principio que me inclino más a las novelas que a los novelistas, a los poemarios que a los poetas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

EGO

Los días pasan e imagino que mi penúltimo comentario se habrá quedado en el olvido. Hoy puedo añadir que también es posible que seas teólogo

No tengo ni la más mínima noción de teología ni de filosofía, pero el hermoso título que presentas: "EL DIOS VENIDERO", me resulta atractivo. ¿Dios no está ahora?¿Ha de venir? ¿Dios realmente ha muerto? ¿podemos esperar a Dios desde la desesperanza?.Ahora mismo estoy especialmente sensible a estas preguntas (mejor dicho, a sus respuestas).
No creo que pueda leer el libro de Manfred Frank porque, como te comentaba el día 31, no doy talla. A veces tus propuestas de ensayos me dejan fuera de lugar en este blogg.
No me rindo.Agradezco que sigas escribiendo también para mi.


Amigo, Shabbat shalom.

Anónimo dijo...

A mí me pareció una exposición caótica y con demasiadas digresiones. Tal vez te haría falta tomar un curso de redacción, intentar ser más sintético y manejar una idea a la vez; abarcar varias ideas, sobre todo cuando no tienen relación con la oración en la que se injertan no sólo confunde al lector, hacen patente una falta de orden y de estilo.

Anónimo dijo...

Anónimo debería redactar juntando algo más que infinitivos.

Traveler dijo...

Por supuesto que tiene digresiones, pero es esa la esencial del texto, a mi parecer la forma de las lecciones es orgánica porque va anexando elementos para conducirlos a un fin en que todo se unifique y cobre sentido, no hay que olvidar su dimensión discursiva, porque el libro no fue ideado sólo para publicarse. Yo no lo recomendaría para aquellos que no tengan conocimientos previos del idealismo alemán, pero si logras comprender las implicaciones generales de los postulados que ahí se presentan el planteamiento de Manfred Frank abrirá muchísimas posibilidades; yo mismo estoy trabajando sobre algunas repercusiones del romanticismo temprano y estas lecciones han hecho que mis investigaciones cobren una dimensión más grandiosa.
Me encuentro en la antepenúltima lección, ojalá logre resolver la aparición de aquella mitología de los conceptos y el devenir de Dionisos, para que el libro no se quede como un ademán involuntario, que aporta ideas pero es incapaz de conducirlas a una conclusión.
En fin, ¿podrían recomendar algunos otros libros de esa editorial o sobre el mismo tema? Se los agradecería mucho.

[Anónimo: dile eso al traductor, pero lo valioso del libro no está en la forma de exposición, sino en el contenido]