domingo, 7 de septiembre de 2008

ENSAYO. Mircea Eliade

UN LIBRO DE HACE VEINTIOCHO AÑOS

Llevo varios días sin escribir -y sin que me escriban- y a la hora de decidir sobre qué libro hablar estaba lleno de dudas. Me he decidido por uno de esos libros que me han acompañado muchas veces no sólo por el contenido sino por la admiración que su autor suscitó en mí siendo yo joven. Me refiero al autor rumano (aunque viviese largamente en París y acabase instalado en Chicago) Mircea Eliade, La prueba del laberinto. Conversaciones con Claude-Henri Rocquet, Madrid, Ed. Cristiandad, 1980 (página en la Red: http://www.edicionescristiandad.com/ , pero esta editorial ha cambiado profundamente su línea después de la “reapertura” tras un paréntesis de años). Se trata, como indica el subtítulo de la obra, de un libro de conversaciones, género que fue usual hace unas décadas y que, al parecer, sólo los franceses siguen practicando. El acierto de un libro de conversaciones depende, básicamente, de dos factores: las dos personas que conversan. En este caso, tenemos a uno de los personajes más interesantes del la cultura del siglo XX, el historiador de la Religiones y fundador de la Escuela de Chicago, Mircea Eliade, y el arquitecto francés Claude-Henri Rocquet. Éste sabe conducirnos con sus preguntas a través del laberinto que verdaderamente fue Eliade (se le podría preguntar a Mihail Sebastian, pero no me parece necesario).Es, posiblemente, el libro de conversaciones que más he disfrutado.




No se espere que este libro ahorre la lectura de los textos de Eliade: ni es un resumen de su obra ni lo pretende; pero sí nos ofrece algunas claves biográficas para entenderla -ciertamente se ocultan aspectos de la vida del autor de Lo sagrado y los profano, pero sabemos de sobra que toda autobiografía o toda conversación en torno a la propia vida es autojustificativa. Conocemos aquí al Eliade de sus inicios: en Bucarest (con su dragón y la habitación vedada que muchos tuvimos...), en Italia (donde conoce a Papini), el Eliade que se marcha a la India cuando muy pocos lo hacía y que se hace discípulo del maestro Dasgupta, el que regresa cambiado y, al estallar la guerra, marcha a Lisboa (donde conoce a nuestro Ortega, d´Ors, aunque Eliade admirase más a Unamuno a quien, sin embargo, no llegó a conocer), los años del hambre en París en los años de la emigración rumana: Eliade, Ionesco, Cioran... Verdad es que Eliade consiguió ser profesor en la École Pratique des Hautes Études, pero no es menos cierto que pasó grandes apuros económicos. El viaje al país que tiene por nombre una sigla, EE.UU., y la decisión de establecerse en la Chicago en cuya Universidad fundaría Eliade la Escuela de Religiones. En fin, toda la peripecia de un intelectual europeo que como otros en su juventud se quedó deslumbrado con los totalitarismos.



Mircea Eliade nació en Bucarest (Rumanía) en 1907 y murió en Chicago (EE.UU.) en 1986. Su vida, por tanto, recorre la médula del siglo XX: conoció la Primera Gran Guerra, los años inexplicables de Europa, la Segunda Gran Guerra, la reconstrucción, la Guerra Fría -de hecho, ahora me doy cuenta de que la historia del siglo XX puede hacerse casi al completo nombrando sus guerras. El autor del Tratado de morfología de lo sagrado fue también novelista, aunque confiese que lo que he leído de él en ese campo ni por asomo tiene la creatividad que sus ensayos; pero Eliade también tuvo la faceta de escritor de diarios, que se leen con increíble placer. Siempre recordaré sus “ataques de vagotonía”, palabreja ésta (¿en la traducción parcial de los diarios que hizo Espasa?) que yo no conocía y me hacía imaginar a un Eliade echado en su apartamento de París sobre una chaise-longe con la mano en la frente en una actitud teatral.
Las fotografías que ilustran el comentario de hoy son todas hermosas: en la primera está con el arquitecto Claude-Henri Rocquet; en la segunda, con Ionesco y Cioran; la tercera representa a James, Eliade y Graves. La última es la clásica fotografía con Jung, amigo con el que se encontró en las conversaciones de Eranos (que está editando Anthropos) en varias ocasiones. Si alguien consigue hacerse con La prueba del laberinto disfrutará, no lo dudo, tanto como yo.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

EGO

Estimado amigo:he estado de viaje y estaba deseando llegar para conectarme. Confieso que tu blogg me está creando cierta dependencia. Llevaba sin leerte tres días y otros tantos sin "conversar" contigo. Notaba que me faltaba algo. Quizás he encontrado un lugar y una persona con la que compartir ciertas inquietudes, pensamientos, ideas, sentimientos, temas... que me apasionan aunque también a veces me confunden.
De todas formas, observo que ha habido cierto parón y he podido ponerme al día con cierta facilidad.
He oído hablar de Eliade pero no he leído nada de él: ¿Piensas que podría meterme yo en esas "otras conversaciones"? ¿O en sus diarios con sus “ataques de vagotonía”?
Debería intentarlo.

Por otra parte, me gustaría que siguieras hablando de poesía: ya he leído algunos autores que recomiendas: unos me han llegado al alma como una caricia y otros como un desgarro. Pero el alma es así: no siempre está en las mismas condiciones.

Sigo esperándote.

Anónimo dijo...

EGO

No quiero dejar pasar lo de las fotografías: hermosísimas