DE POETAS
Antes de entrar en Bartleby, quiero hablar un poco de poesía. He
leído, como se verá, un poemario
reciente que, aunque no me ha llegado a seducir porque en alguna ocasión abusa
de las palabras, contiene algunas intuiciones luminosas. Sin embargo, lo que
sigue no se refiere a ese libro, aunque sean reflexiones suscitadas al hilo
de su lectura. En buena parte de la poesía española actual—al menos la que cae
en mis manos—encontramos la costumbre tan extendida (toda una técnica) de
desmontar la prosa en verso. Ha sido don Antonio
Colinas, un gran poeta, el que ha definido esto como prosa en trocitos (y si no es suya la idea, gustoso se la
atribuyo). Con frecuencia se abusa de las palabras y éste es, según mi
modestísimo juicio, uno de los problemas fundamentales de la poesía (y no sólo
de la española), pues se busca un exceso de significado no en la misma palabra,
a través de la imagen, sino por su
acumulación y cierto rebuscamiento; recordaré al gran Dámaso:
[…] yo querría decir madre, amores, novia;
querría decir vino, pan, queso, miel.
¡Qué ansia de gritar
muero, amor, amar!
[…]
Semejante técnica, la del rebuscamiento, proviene—pido disculpas si me
equivoco—de una insuficiente experiencia o, viene a ser lo mismo, de una exceso
de valoración de la experiencia vivida. Me recuerda el modo en que muchos
jóvenes, ahora que soy viejo, hablan de la vida: provocan la impresión (pues no
sólo la producen) de haber cruzado el
puente completo de la existencia y ni siquiera han llegado al primer cuarto.
Confieso contento que también yo caí en semejante pecado, pues se trata de un
pecado de juventud; pero esto no
implica que no sea producto de ese curioso defecto de visión en el que el
propio yo ocupa la completud del campo de visión de nuestra parca inteligencia.
Siempre he pensado que una poesía hermosa es aquella capaz de generar
significados desde el paisaje de la vida, desde la experiencia. Ciertamente,
ésta resulta en ocasiones indecible y el poeta se ve en la necesidad de deshacer el lenguaje para poder decir
con sentido—el caso Celan. Sin
embargo, nos encontramos, no sé si como efecto de la abundancia, con autores
que acumulan palabras hasta tornarlas insignificantes [1] buscando,
precisamente, ahondar el significado. Leyendo determinada poesía contemporánea
se tiene la impresión de que se hizo echando mano al diccionario de sinónimos.
El trabajo con las palabras es necesario, pero nunca es suficiente.
Me he referido al inicio de esta entrada a un poemario: Abraham Gragera, El tiempo menos solo, Valencia, Pre-Textos, 2012. Licenciado en Bellas Artes, su primer poemario, si no me
equivoco, fue Desviaciones y demoras, Madrid, El Antojo, 1999. Publicó en 2005,
también en Pre-Textos, Adiós a la época
de los grandes caracteres y ha sido incluido en varias antologías de
jóvenes poetas españoles: la primera, la del poeta abulense José Luis Morante, Última fila (Quince del 90), Huelva 1997; en la editada por la casa,
lamentablemente desaparecida, DVD: Josep
María Rodríguez, Yo es otro, Madrid
2001; en la más reciente de Luis Antonio
de Villena¸ La lógica de Orfeo,
Madrid, Visor, 2003 y, por citar una más, en Veinticinco españoles jóvenes, Madrid, Hiperión, 2003. Estos datos,
aparentemente irrelevantes, nos dicen que es un autor que gusta desde sensibilidades diferentes, pero que también debe
trabajar en el mundo del sector editorial (que se me perdone esta pequeña
maldad) Además, Gragera ha traducido a
una poeta que me encanta, Louise Glück
(Ararat, Valencia, Pre-Textos, 2008)
y ha colaborado en la traducción de W.
S. Merwin (Migración). Curiosamente,
colabora en la compañía de danza La Phármaco con la coreógrafa Luz Arcas [2].
El tiempo menos solo me
ha parecido un poemario desigual en el que, junto a prosa desmontada y algún
poema en que se abusa de las palabras, por ejemplo, Diciembre, hay grandes aciertos. Ya que he citado a Dámaso, diré
que Gragera no está exento de humor. Un botón de muestra:
LA OVEJA
A Arturo Pérez Acevedo
I.
Cómo hablaré de ti sin alegorizar
estás tan connotada
ahí, junto al arbusto
cómo describiré la nada
acogedora noche en su término justo
el rebaño de brumas que se te viene encima
el ladrido distante
del viento de noviembre, dime
con qué rima.
El autor, sin embargo, tiene sentido
del humor porque sabe mirar con hondura la entraña de esa extrañeza de estar
vivos. Comparte quizás el juicio de la pérdida de sustancia de las palabras:
Pero también perdimos la palabra
mucho antes, antes de que supiéramos siquiera
que la palabra existía
mucho antes de nosotros y de los que existieron
antes
[…]
Del poema Los
años mudos.
Semejante
pérdida lleva una incapacidad creciente por abrir mundo, pues las experiencias
acaban siendo calderilla. A veces se hace muy difícil decir y somos, como dice
Gragera, los que nacieron en el siglo de
la muerte de la muerte/ […] los que ya nunca podrán cruzar al otro lado. En
heptasílabos, a veces en endecasílabos o incluso en alejandrinos blancos,
Abraham Gragera nos ofrece imágenes
con las que pensar sin necesidad de recurrir la mayor parte de las veces a
artificios o a juegos lingüísticos (pese a Anónimo
y se reiteración de la rosa que
miro/desde su dentro).
A estas alturas habrá quien piense,
perplejo mas lleno de razón, que hablo demasiado para no saber nada de poesía;
pero ya se sabe que el sabio calla… Y, sin embargo, aún no he dicho una palabra
sensata sobre mi corazón, Bartleby.
Shalom.
[1]
La moda de los haikus: han acabado siendo tratados como una ristra de chorizos.
Además, eliminando la caligrafía. Y ahora podríamos quejarnos con amargura de
los falsos libros (digitales o algo así los llaman) que se ponen de moda. Lo
malo es que no será pasajera.
[2] Uso
ese adverbio, porque ese trabajo me ha llamado la atención. He buscado en la
Red información sobre Luz Arcas y he visto unos minutos de su trabajo. Confieso
que, me ha parecido demasiado pretenciosa, una especie de performance posmoderna; pero, claro, tampoco soy un especialista en
esto y, además, nunca es lo mismo una
interpretación que su reproducción.
3 comentarios:
"Diré que Gragera no está exento de humor / El autor, sin embargo (Gragera, se supone) tiene sentido del humor". A ver si aprendemos a escribir, Valentín.
José María
Supongo que no es usted capaz de captar el significado del "sin embargo"; veo que no conoce al menos uno de los poemas de Damaso a los que hago referencia. Pero le doy sinceramente las gracias por haberme leído con tanta atención, aunque con tan poca comprensión.
http://www.elcultural.es/blogs_comentario/Rima_interna/22/50773/La_politica_de_Abraham_Gragera
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