IMPERIALISMOS
de por qué los gringos no levantan la bota
de
nuestros preciosos cuellos
No
puedo ser un especialista en arte
porque, entre otras cosas, no me parece que exista esa especie. Si lo
preferimos, lo podemos decir de una manera menos tajante: hay especialistas en arte que tienen un mal gusto exquisito. Y
ahora el amigo Hegel, con su
sabiduría germánica, preguntaría por el concepto. Básicamente, estaría de
acuerdo con él. Dicho esto, tengo que decir que acabo de leer un libro que es
un relato coherente y justificado de
la reciente historia del arte europeo: Javier
Maderuelo, Sucinta historia del Arte
Contemporáneo europeo, Heras, Ed. La Bahía, 2012. El autor trabaja en la
actualidad como profesor en la Universidad de Alcalá donde enseña Arquitectura
del Paisaje; es asimismo colaborador en diversos medios de comunicación y sus
reseñas en el diario El País suelen
ser sabrosas (véase, como ejemplo, Sin novedad en la novedad
relativa a la feria Arco del año dos mil). Como no es aquí
el asunto fundamental empezaré diciendo, sin embargo, que el libro está muy
bien escrito (cosa ya extraña entre los profesores de las universidades
españolas), se lee con atención no exenta de deleite y el curso de la
argumentación consigue que cualquier persona con un poco de interés lo siga sin
dificultad hasta el final. Digo esto porque a veces las reflexiones sobre arte
son tan abstrusas que incluso alguien mal pensado podría decir que las ha
realizado un gringo fanático del expresionismo abstracto y sus secuelas—yo
respeto bastante a Pollock, conste.
Maderuelo, como he dicho, ha conseguido un relato coherente en el que nos explica el arte europeo desde Europa alejándose notablemente de
los modelos de la crítica gringa [1], que se ha impuesto como una forma larvada
de imperialismo. Sin más, me parece el interesado en la historia del arte debe leer esta Sucinta historia que da mucho más de lo que promete en su introducción.
Además de todo esto, basta ver la fotografía en la solapa posterior para sentir
una simpatía inmediata por el profesor Maderuelo. Los espíritus, como los gatos, se husmean. Como saben quienes
siguen esta lamentable gacetilla, en ocasiones compro libros guiado por la
apariencia de sus autores, un criterio tan racional como no tener criterio o
tener, sencillamente, uno científico. ¿Habrá que citar a Sábato? Y sí, le he puesto tilde porque es así como pronuncio el
apellido de don Ernesto.
Los
gringos pusieron sus botas en Europa por Italia y Normandía. Desde entonces no
las han retirado. Nos han vendido—amén de tanques, aviones, bombas, balas,
escopetas, ametralladoras, helicópteros, barcos, electrodomésticos, espías, medicinas,
automóviles, odios, cacharros inútiles, cachivaches espantosos, cine, series de
televisión, más cine, dólares, literatura bastante barata, la felicidad, asesinos
profesionales, héroes, artistas, más cine, a nosotros mismos, dioses, cocacola,
lobotomías, la chispa de la vida, presidentes, miedos, valores, sectas, banderas,
más cine, pepsicola, petróleo, libros, sensación de vivir, cereales, concursos
de televisión, su nada, la televisión, por favor, transgénicos, guerras, su american way of life, turistas,
industrias y una lista interminable de mercancías pues son capaces de
transformarlo todo en productos sin otro valor que su precio—, nos han vendido,
decía, todo de tal manera que
hicieron posible que cualquier resistencia a su imperialismo surgiese siempre
dentro de sus cánones de interpretación; esto ha hecho históricamente que las
críticas al imperialismo gringo hayan acabado reforzándolo. El tardocapitalismo
(concepto que molesta profundamente a muchos) es un típico producto gringo y su
reflejo patente es la sociedad hiperconsumista, cuya característica más notable
es, desde mi modesto punto de vista, la reducción del deseo a ídolo que anula
toda transcendencia y se vuelca sobre las cosas. La lógica imperante acusará a
este modo de pensar de fundamentalista.
En fin, dicen que tengo las espaldas anchas. No seré yo quien escatime los
méritos de Groucho Marx, por
ejemplo, aunque nunca doblaré mi espalda servilmente ante las infinitas
repeticiones de Allen. El profesor
Maderuelo opone una resistencia inteligente
a los modelos de interpretación surgidos del poder del dólar (léase MOMA y
Departamento de Estado). Sin embargo, no hace una lectura política de la
situación (ya he dicho que es una resistencia inteligente), sino que va
directamente al arte y lee su historia (el concepto evolución no tiene cabida aquí) desde Europa, su situación, sus
tradiciones y sus angustias.
Estamos
ante un libro que da que pensar. Por
esto, aunque no sólo por esto, merece la pena leerlo con detenimiento. Ha habido partes
que me han resultado más interesantes; desde luego, Javier Maderuelo no puede
ocultar que ha pensado a fondo la relación entre paisaje (ciudad) y arte. Y
digo exactamente eso: pensado, pues
ha meditado de tal forma que ya no necesita referirse a esas relaciones como un
especialista (aunque profesionalmente lo sea), sino como una persona capaz de
contemplar lo que tiene delante de los ojos. Ciertamente, participa de una
visión extendida, de cuyo teológico (aunque no quiero decir que el autor la
entienda así), en la que el arte europeo tiende a cero. Las explicaciones de
esta tendencia—que señalan una notable diferencia con las escuelas de arte
gringas—pueden buscarse en Barthes,
pero tengo para mí que nos encontramos en las sendas perdidas, es decir, en Heidegger. De alguna manera, el arte
europeo ha intentado realizar el Schritt zurück, aquel
paso atrás de la hermenéutica heideggeriana que consiste en retrotraerse a
un origen impensado; esto me resulta evidente en la fascinación por el arte
primitivo y aquí sí sería pertinente preguntar cuál ha sido la influencia de
Picasso sobre Lascaux. En palabras altisonantes: un arte europeo puede contribuir a la abolición de la dominación
cultural gringa. Ésta es una de las razones por las cuales los gringos no
desean levantar su bota hermenéutica de nuestros cuellos artísticos.
Además,
Sucinta historia del Arte Contemporáneo
europeo me ha llevado, de la mano de las preocupaciones paisajísticas de su
autor, a reencontrarme con reflexiones sobre la ciudad moderna como medio de
dominación sobre los individuos y sobre el papel de los museos en nuestra
cultura. La retícula de nuestras ciudades, su segmentación en barrios, no
responde sino a la división en clases sociales interiorizada urbanísticamente;
pero la ciudad europea sigue siendo, por fortuna, muy diferente del modelo
gringo. Es verdad que la invasión, como ha denunciado Fumaroli, no cesa, pero se ofrecen resistencias y una de ellas es
el diferente tratamiento de la escultura en los lugares públicos. El capítulo
que Maderuelo ha dedicado a la conciencia
de lo público es especialmente interesante y su crítica refleja de manera
certera los últimos acontecimientos que se han producido en nuestro país.
Estamos
ante un libro nada refrescante, vaporoso o cocacolista. Estamos ante un libro
serio, reflexivo y del que se puede aprender. Y digo esto con entusiasmo. Por
eso no está de más que, con toda la humildad de un europeo, dé las gracias
Javier Maderuelo.
Shalom.
[1] Comprendo que académicamente
hablar de gringos en vez de estadounidenses puede resultar poco
afortunado; por fortuna, no estamos en la academia. Gringo, como dije en otra
ocasión,
2 comentarios:
Al hablar de gatos, los espíritus pierden toda su esencia (lo sublime, lo mágico, lo sensible...). Opino que los espíritus se sienten, no se husmean. Ya había leído en algún lugar esta frase; no,no me gusta.
También se pierde lo encantador y delicado de lo verdaderamente espiritual ¿no cree?
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