LA INFORMACIÓN COMO EXCUSA
Acabo de leer un breve ensayo: Michela Marzano, La muerte como espectáculo. La difusión de la violencia en Internet y sus implicaciones éticas, Barcelona, Tusquets Editores , 2010. Se trata de una investigación, muy breve (apenas algo más de cien páginas), dedicada a analizar el papel de la nueva violencia que hace su aparición en la Red. La autora, nacida en Milán en 1970, es en la actualidad investigadora del CNRS francés y profesora de filosofía en Escuela Superior de Pisa. Sus estudios giran en torno al individuo y su corporalidad. Así, ha estudiado el problema de la pornografía y de su presencia cada vez más masiva en nuestra sociedad y que es aceptada como si nada pasase cuando, en realidad, es un fenómeno espantoso pues consiste en la cosificación del otro a través de la mirada. También ha analizado la creciente producción sobre el tema de la autoayuda desde una perspectiva más que interesante, pues pone de manifiesto cómo la sociedad postindustrial aplasta al individuo haciendo recaer sobre él la responsabilidad única de su vida, destilando de esta manera un concepto abstracto de libertad.
En La muerte como espectáculo la autora tiene el coraje de pensar el significado de la violencia en una sociedad que no puede poner traba alguna a la comunicación. Resulta curioso el arranque del libro, pues es una justificación personal por haber observado imágenes de una violencia inaudita; este simple hecho nos dice algo de la sensibilidad de la autora y adelante por dónde irán sus caminos.
En una primera parte, Marzano analiza cómo han ido apareciendo en Interné imágenes de creciente violencia. El punto decisivo, según la autora, es la filmación y distribución a través de la Red, llevada a cabo por radicales musulmanes, de asesinatos políticos. Ciertamente, Marzano conoce lor rumores anteriores al 2000 sobre las películas snuff (rumor del que la película española Tesis se hizo eco con éxito); también las terribles imágenes difundidas por los rusos de los crímenes cometidos en Chechenia..., pero los vídeos de propaganda de los islamistas suponen un cambio, pues miran a un doble frente. No se trata ya de denunciar la violencia padecida, sino de anunciar la que uno mismo ejerce con una doble finalidad: asustar (a los espectadores occidentales) y conseguir exaltar el odio a los occidentales. De esta manera, las degollaciones públicas se han convertido en una herramienta de expresión y de presión política por la teatralización de las inmolaciones humanas (pág. 36). Hay, pues, un salto cualitativo respecto a las imágenes de la violencia anteriores, esto es lo que nos dice Marzano advirtiéndonos, sin embargo, que se produce habituación a las imágenes de la violencia con lo cual, como es esperable, el umbral de rechazo tiende a disminuir: cada vez se aceptan más imágenes violentas (el ejemplo de la serie estadounidense 24 horas) y se necesita más violencia para que se produzca algún tipo de rechazo. Esto explica el crecimiento de los vídeos de happy slapping, vídeos en los que se golpea con brutalidad a algún inocente mientras un “espectador” graba la escena con su cámara. Son las imágenes que escandalizaron tanto (lo digo conscientemente en pasado) de palizas a profesores, alumnos, escenas de violación..., pero que en todos los casos consiguen una gran audiciencia en Interné. Marzano reproduce algunas alucinantes conversaciones que se mantienen en los foros de discusión de la Red en los que se comentan estas atrocidades como si fuesen un puro espectáculo.
La conclusión de Marzano, segunda parte, es que la sociedad tiende a volverse indiferente ante esta crecida de la violencia. Como me dijo en una ocasión un gran amigo, cuando movemos una línea sabemos que, tarde o temprano, alguien intentará algún día mover la siguiente—como si la moral fuera algo negociable. La violencia real acaba convertida en un espectáculo divertido. Estamos en algo parecido al panem et circenses, que tan honda impresión le causó a Agustín cuando contempló la terrible transformación de su amigo Alipio (sólo por eso merecería la pena leer Las confesiones). Con una buena dosis de lucidez, la autora distingue entre compasión* y lo compasional, palabra ésta con la que Marzano quiere referirse a una compasión ausente: lo compasional es la propia expresión de una compasión ausente, una especie de discurso social de la compasión que alimenta con buenas intenciones la ausencia de actos (pág. 79). La posición compasional es casi idéntica a la indiferencia o al cinismo, pues no hace nada para evitar la barbarie. La creciente presencia de las imágenes de violencia real son el reflejo de la cosificación de los individuos, pues el que las va ¿puede comprender que el asesinado, el que sufre, es un ser humano real? No estamos lejos de Auschwitz y si, según Adorno, el imperativo categórico es que Auschwitz no se repita, estamos fracasando. En el fondo, estas imágenes deleitan a una sociedad en la que se está a favor de los reality-shows y de la revolución digital y ya no se vive más que en el reflejo que se da de uno mismo. Todo puede realizarse, todo puede verse. Las fronteras entre ficción y realidad son cada vez más borrosas; hasta el punto que el espectador pierde la conciencia de lo real, se acostumbra a todo, tanto a la muerte convertida en espectáculo como a la indiferencia que le sirve de cortejo (pág. 93). La pregunta, decisiva, es ¿qué hacer cuando desaparece la oposición entre civilización y barbarie porque ésta aparece asentada en el corazón de aquella?
En la última parte del librito Marzano reflexiona sobre qué hacer ante semejante situación. No es partidaria de la censura; sin embargo, merece la pena detenerse en sus reflexiones sobre la libertad de información y la libertad de expresión como coartadas de semejantes espectáculos. En la vía socrática propone la educación como remedio: construir un dique que ayude a detener la barbarie...
En los buenos libros de teología y filosofía se nos ofrecen siempre más preguntas que respuestas, si es que se nos ofrece alguna. Michela Marzano ha hecho esto: sus reflexiones dan que pensar..., pero ¿a quién? Ésta es la tragedia, pues el sistema**, emplearé la palabra que tantos enojos estúpidos causas, inmuniza a los individuos contra las críticas haciéndolas caer en el ámbito de la opinión. Las gentes que viven en su burbuja supuestamente cultural no caen en la cuenta de la barbarie en la que vivimos inmersos. Dejando aparte las tragedias sangrantes (los cientos de miles de muertos por el hambre, por poner un solo ejemplo, que no salen nunca en las primeras páginas de loer periódicos, que no viven sino de las novedades), hay mucho de barbarie en la televisión, Interné, los disgustos estéticos... ¿Qué pensar cuando en un telediario, justo después de una terrible noticia, se nos anuncia una serie nueva, se habla de deporte o de esos cortesanos y cortesanas a los que se llama “famosos”? Algunos carniceros nazis escuchaban a Wagner, ¿es esto un argumento contra el de Bayreuth? En cualquier caso, la barbarie aparece instalada cada día con más fuerza en el corazón de nuestra civilización. Hay quien cree todavía en el progreso (ciego para ver qué ha significado el siglo XX) ¿hacia dónde? Me parece que se nos plantea un fin del mundo, pues cuando eso que se dio en llamar valores (palabra que sirvió para desmontar el concepto de bien heredado de la tradición y que se había forjado trabajosamente precisamente contra la barbarie) se subjetivizaron al perder su fundamento, se hizo realidad la terrible frase de Dostoieski: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Durante un tiempo pudimos creer que el problema de las sociedad occidentales era el de los límites; pero hoy urge más repensar el fundamento del bien; pero, ¡por favor!, que no se deje a los especialistas.
*Los psicólogos, pedagogos, periodistas y otras pestes del siglo XX han heredado, quizás inconscientemente, de los totalitarismos el asco ante la hermosa palabra compasión (cuyo significado etimológico es idéntico al de simpatía). La reemplazan por la obstrusa solidaridad, palabra ésta de origen jurídico (adhesión circunstancial a la causa o la empresa de otro, define el DRAE) y cuyo contenido está lejísimos de alcanzar la profundidad de la palabra compasión, pues nadie tiene solidaridad con los enemigos, como nos ha dejado dicho don Rafael Sánchez Ferlosio. Los psicólogos emplean incluso empatía, creyendo que de este modo evitan ciertas referencias (que les deben dar pánico). No quieren caer, sin duda, bajo las garras del martillo de Röcken: ¿Qué es bueno? Todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre. ¿Que es malo? Todo lo que procede de la debilidad? ¿Qué es felicidad? El sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia queda superada. No apaciguamiento, sino más poder; no paz ante todo, sino guerra; no virtud, sino vigor (virtud al estilo del Renacimiento,virtù, virtud sin moralina). Los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer. ¿Qué es más dañoso que cualquier vicio? La compasión activa con todos los malogrados y débiles—el cristianismo... (El Anticristo, trad. A.S.P., Madrid, 1974, nº 2). Por mi parte, yo no pienso dejar de usar la palabra “compasión”, pues sé que la corrupción de lo mejor es lo peor, y que una de las mejores realidades humanas es el lenguaje.
** “Sistema” es el conjunto formado por la razón reducida a su uso instrumental, el modo capitalista de producción (basado en la propiedad privada, en el lucro y en la consideración del trabajo como una mercancía), la libertad burguesa (entendida como autoposición del sujeto propietario de una cosa que es sí mismo: desdoblamiento y comprensión de todo otro como límite) y la tolerancia (irrelevancia de los valores vía subjetivización ilimitada). Este sistema clausura el mundo cabe sí mismo (agnosticismo como ateísmo encubierto) rechazando cualquier transcendencia (perversión del lenguaje, conversión del símbolo en signo, del arte en mercancía... ¡¡¡escuchen, por favor, las declaraciones de los especialistas en arte a propósito de ARCO!!! No son sino las de mercaderes exquisitos), pero hablar aquí de esto nos llevaría demasiado lejos.
2 comentarios:
Parece bastante interesante,deberé leerlo. Hoy se publica en el suplemento Domingo (que no Semanal o Dominical) un reportaje sobre este mismo libro. Está usted al día. Un saludo
A propósito de ARCO, he estado viendo algunas obras de la exposición, vía videos en YouTube (A los que vivimos lejos no nos queda otra), y lo único que me ha venido a la cabeza es un recuerdo que guardo, de lo que me dijo una muchacha, hace ya unos años, cuando fuimos a visitar juntos otra galería de arte contemporáneo.
Sabes? hay una corriente que entiende el arte, hoy en día, como todo aquello que nos lleva a reflexionar- me dijo.
A lo que no pude más que responder, mientras fijaba la vista atentamente a un lienzo que estaba delante de mí -pues yo creo que, entonces, el precio tiene que ser necesáriamente, también, una parte esencial de la obra. Pues me estoy devanando los sesos, pensando en cómo es posible que una birria* como ésta se venda por tanto dinero.
Un saludo.
* En aquella ocasión no fui tan educado.
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