LA CONSPIRACIÓN
DE LOS AUTOBUSES
Este relato
está basado en una historia verídica.
Cualquier coincidencia con
nombres o localizaciones reales es puramente casual.
Ya lo decía el gran Ibáñez:
“Increíble, pero mentira”.
Nada hubiese sucedido si ella no me
hubiese regalado un libro. Todo comenzó una soleada mañana de sábado de hace
algunos meses en el que una encantadora
librera me había facilitado un poemario de un autor castreño al que hasta
entonces yo no había leído (cosa nada extraña si se conocen mis aficiones).
Esto sucedía en una librería que por entonces contaba con menos de un año de
existencia y que se había abierto en una tan bulliciosa como estrecha calle de
la Heroica Ciudad, en pleno centro histórico y comercial. Como mi narración lo
necesitará, daré un nombre imposible a esa librería, Birlibirloque, dado que yo
fui en otro tiempo un birlesco, aunque sólo en algunos negocios que no merecen
el nombre de librerías; pues bien, allí Almoraima, una mujer encantadora,
felizmente casada con un tipo alto, ligeramente arqueado y de ojos claros me
recomendó la lectura de un poeta y
consiguió que me llevase uno de sus libros. Lo leí con agradecimiento,
disfrutando de los juegos de imágenes que se enlazaban con la elegancia del
vuelo de una rapaz a la que contemplamos en la lejanía de una carretera
secundaria. Algún tiempo después, me regalaron un segundo poemario del autor,
ilustrado esta vez. Finalmente, Almoraima me avisó de que el poeta castreño,
cuyo nombre me resisto a dar, se disponía a visitar Birlibirloque para realizar
la presentación y una lectura de su último libro, recién publicado por
Tusquets, Nocturno casi, editado en Barcelona este mismo año. Adquirí
este libro y lo disfruté con entusiasmo creciente. Algunas semanas después
llegó el viernes en que el poeta acudía a Birlibirloque y decidí hacer acto de
presencia, aunque lleno de dudas porque tiendo a ponerme nervioso y acabo
haciendo preguntas muy largas que no vienen a cuento.
Aquel viernes de comienzos de la
primavera—los tironazos de abril se hacían esperar y por eso nuestro deseo
crecía—llegué a Birlibirloque poco después de las ocho. Pululaban por allí
otros autores; conocía a alguno de ellos y, movido por mi inveterada estupidez,
me acerqué a un grupito. Resultó el
propio Rénzolo Voilán (daré este nombre al autor castreño), otro poeta,
encargado de la presentación, y un excelente traductor cuyos ojos me miraron
detrás de unas diminutas gafas redondas, constituían el grupo. Sin embargo, yo
aún no le había puesto rostro a Rénzolo Volián, y me procedí con mi nefasta
verborrea. Ellos hablaban, ¿cómo no?, de poesía y el traductor, del que yo
había leído lustros atrás una versión de poesía gaélica, recomendaba algún
libro. Hablé de Mazdirov, y me observaron con extrañeza; pero en la
mirada de Rénzolo hubo un gesto no sé si de sorpresa o de incomodidad, aunque
dada mi manera de irrumpir supongo que se trata de lo último. Me retiré, pues,
lamentándome de mis torpes maneras, y fui a sentarme en una de esas no
especialmente cómodas sillas, fabricadas en no sé dónde y que se venden en una
tienda laberíntica llena de nombres extrañísimos y que a muchos les cuesta
pronunciar; me retiré, decía, pero acabé quedando justamente delante de
presentador del acto y de Rénzolo Voilán (he hecho un dibujo que refleja con
bastante exactitud la perspectiva en la que me situé).
El presentador del acto, español,
aunque se hiciese llamar John M. Rosemary, llevaba unas gruesas gafas de pasta
y lo informal de su vestimenta—una jersey bajo el cual se vislumbraba una
camiseta blanca—le otorgaba cierto aire juvenil no del todo impropio de su
edad, que quizás hubiese resaltado más si no hubiese mantenido bajada la
cabeza, no sé si por timidez, pues su barba reforzaba su juvenil semblante.
John M.—permítaseme llamarlo así—hizo un encendido elogio de la poesía de
Rénzolo, que echado ligeramente hacia atrás, con los brazos cruzados,
posiblemente se deleitaba con las palabras de su introductor. Acabada la
lectura de los folios, agradeció Rénzolo las palabras y, con una pizca de
emoción y descruzando las piernas, asió su libro, lo abrió y justificó entre
tropezones la lectura; pero la justificación no era necesario pues el libro, Nocturno
casi, no necesitaba ninguna justificación: la rosa es sin porqué. Durante
algo más de media hora Rénzolo Voilán nos estuvo leyendo y a mí, que tengo una
emotividad muy comedida, llegó a emocionarme y casi, como nocturno, me hace
llorar. Es evidente que se me saltaron las lágrimas, pero las reprimí, pues no era
ocasión de dar un espectáculo indigno buscando un protagonismo que ni siquiera
correspondía a Rénzolo, sino a su obra. Sólo lo que podría definirse como la
conspiración de los autobuses vino a enturbiar un poco el acierto de la
presentación y del recital; mas ya se sabe que en la Invicta Ciudad el ruido
sustituyó hace mucho a los trinos de los pájaros.
Aplaudimos con entusiasmo y
parquedad—como se debe en estos casos—y el público pudo preguntar. Fue A.
Reviro Villarota, el traductor, quien lanzó la primera pregunta. Debe estar
acostumbrado pues lo hizo con gran soltura. Rénzolo respondió ampliamente, con
una benévola sonrisa en los labios y midiendo con exactitud su gesticulación:
el cambio de verso a prosa lo pide el propio ritmo del poema, y en ese ritmo
está buena parte de la realidad del poema—dijo Rénzolo citando al gran José
Hierro. Tras la respuesta hubo silencio, pero yo, como no aprendí nunca
para mi desgracia a permanecer callado, hice una pregunta tan mal formulada que
resultó verdaderamente milagroso que Rénzolo acertase a responder con sentido.
Sí, dijo, las imágenes constituyen parte esencial de mi poesía y un poema
procede engarzando imágenes con sentido. Nos confesó entonces, echándose
ligeramente hacia delante (quizás hubiese encendido un cigarrillo de
encontrarse en otro lugar si es que acaso es fumador) que de muy joven empezó
haciendo dibujos y que éstos les llevaron a la palabra. Debe ser así, porque
sus imágenes son capaces de emocionar y, repletas de sensibilidad, huyen de los
lugares comunes. Son casi preguntas, pues todo poema empieza donde acaba un
pregunta para seguir preguntando más allá de la gramática (¿ven ustedes mi
manera de hablar? Es digna de la guillotina).
Acabó la presentación y pude hablar
con Rénzolo sin llegar a transmitirle con acierto la emoción que me provocan
sus poesías. Le dije que escribía una gacetilla (un blog, como se dice ahora)
mintiéndole descaradamente para que continuase hablando conmigo. “Hablaré de Nocturno
casi en dos semanas”, anuncié. Debería haber escrito el último sábado, pero
los imponderables de la vida—marcada por la caducidad, la finitud y una
fragilidad que se diría infinita—me obligaron a posponer mi palabra. Decía la
sabia Mafalda que lo urgente no suele dejarnos tiempo para lo
importante (sé qué no era exactamente así ¡y que nadie ose a discutir conmigo
sobre este asunto!). Pedí a Almoraima un ejemplar de Lo que dijimos nos
persigue con la aviesa intención de hacer un presente a Rénzolo, pero n
había ejemplar disponible y aplacé el envío hasta que la librera—merece
plenamente este nombre—consiguiese uno y averiguase un dirección factible para
el envío.
En cualquier caso, por favor, lean
ustedes Nocturno casi, de Rénzolo Voilán, editado por Tusquets. No sólo
disfrutarán, sino que su imaginación se elevará como las nubes que imitan a
Fred Astaire.
Shalom.
Personajes:
Rénzolo
Voilán…………..…… LORENZO OLIVÁN
Birlibirloque……………..…….
BIRLIBIRLOQUE
Almoraima
……………..…….. ALMORAIMA
Jesús…………………………..
CHICO ALTO Y RUBIO
Antonio
Rivero Taravillo…...... A. REVIRO VILLAROTA
Juan
Manuel Romero……..…. JOHN M. ROSEMARY
José
Hierro……………….……JOSÉ HIERRO
Nikola
Mazdirov………...…….MAZDIROV
Mafalda………………….…….MAFALDA
Ginger
Rogers…………..……..FRED ASTAIRE
Éste……………………………NARRADOR
Ombligo
Sucio…………….…. HEROICA CIUDAD e INVICTA CIUDAD
y
ustedes……………………...TIENEN MÉRITO SI HAN LLEGADO AQUÍ.
1 comentario:
El traductor del gaélico acaba de sacar una revista de poesía:
http://institucional.us.es/estacion/
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