miércoles, 18 de marzo de 2009

Patrick Modiano / 2

LA IDENTIDAD PERDIDA

Nostalgia de los orígenes


Hay una maravillosa escena en la película El tren de la vida (dirigida por Radu Mihaileanu) en la que Mordechai (interpretado por magistralmente por Rufus), haciéndose pasar por un oficial nazi, baja del tren que se ha detenido, pues un general nazi de las SS se ha colocado en la vía. Mordechai comenta: “¡Dios mío! Ahora me toca dar la cara a mí!”. El general dice que se trata de un tren fantasma; pero Mordechai le explica que es un tren secreto, porque está lleno de judíos comunistas (con el ahorro que supone deportar a judíos y comunistas a la vez). El miembro de las SS le pregunta entonces si no habrá visto a un grupo de judíos que ha abandonado su pueblo (y que son precisamente los que van en el tren: han parodiado una autodeportación que los llevará a Erets Israel para evitar ser capturados por los nazis). Mordechai se lanza entonces a un discurso (que sólo recuerdo de forma aproximada, pues mi memoria que tuvo la precisión de un bisturí se ha ido embotando con los años): “No dude de que volverán. Andan siempre dando vueltas. Habrán ido a ver a la familia, pero volverán; siempre vuelven: es la nostalgia de los orígenes”.

Hablé de Patrick Modiano a propósito de su novela Dora Bruder; posteriormente leí la interesante Reducción de condena, Valencia, Ed. Pre-Textos, 2008 (www.pretextos.com) y hace unos días conseguí la última novela traducida de Modiano, Calle de las Tiendas Oscuras, Barcelona, Ed. Anagrama, 2009 (www.anagrama-ed.es), que leí con creciente interés. Hasta el presente todas las novelas que he conocido del autor francés tienen en común la búsqueda de la identidad en un pasado que se pierde entre las sombras. En el caso de Calle de las Tiendas Oscuras (yo hubiese preferido la forma más latina “obscuras” en el título, pues la b es una oclusiva sonora que acentúa el carácter enigmático, pero ya se sabe que mis gustos no sólo son antiguos, sino incluso anteriores) ese pasado perdido queda enlazado perfectamente con aquel agustiniano “yo soy mi memoria”, pues el protagonista, Guy Roland ha perdido su memoria y, con ella, su pasado. Trabaja en una agencia de detectives como ayudante del barón von Hutte, otro personaje cuyo pasado se desdibuja, pero que está lleno de ternura y cuidado por Guy Roland -de hecho éste le debe su identidad actual al barón; pero éste se jubila y el protagonista se lanza a la búsqueda de su pasado, pero no como un tiempo perdido, sino para encontrar su lugar en el mundo.

La tensión entre pasado perdido (el paraíso tal vez) e identidad futura (la redención mesiánica) marca la novela claramente; pues las motivaciones de Roland se hacen más claras a medida que avanza el relato, aunque nunca alcancemos a verlas con claridad. Tengo la sensación de que el papel de Denise es decisivo, aunque no sepamos por qué -Modiano es un gran narrador que permite que el lector componga su propia perspectiva, porque no cierra el relato y no responde a todas las preguntas. La búsqueda de la identidad (que no es entendida nunca de manera abstracta o como oposición, aunque sí como diferencia) es un recorrido por las calles obscuras de una memoria borrada, ese cajón desordenado que nos permite decir quiénes somos. Como en las otras obras de Modiano también aquí el sufrimiento juega un papel importante, pues cada paso hacia delante (que es paradójicamente un reencuentro con un pasado posible) abre a Roland a sufrimientos, ocultaciones y huidas. Como en Dora Bruder, el protagonista de Calle de las Tiendas Oscuras huyó en algún momento de una amenaza, que se deja implícita. Se trata de un éxodo en búsqueda del espacio de la salvación: un lugar en el que se pueda sentir con seguridad y sin miedo, una tierra prometida, la nostalgia de los orígenes -¿cómo será vivir sin miedo? Modiano traza magistralmente el itinerario: conoce como nadie París y es capaz de darnos la luz de las calles con un par de palabras. Sí, también París -el perdido en el pasado- es uno de los contenidos de la novela y, sin duda, podrían recorrerse las calles de París acompañados de las novelas de Modiano como guía.

La composición narrativa es diferente y en Calle de las Tiendas Oscuras la información se nos ofrece con cuentagotas; la estructura de la novela es magnífica, pues llega prácticamente a abolir el tiempo vivido. Tengo la impresión de que el premio Goncourt que recibió Modiano por este relato no es ajeno a esa estructura: somos llevados adelante en el flujo narrativo y no sólo como espectadores. Sin embargo, a diferencia de las otras novelas de Modiano a las que me he referido, en Calle de las Tiendas Oscuras la presencia del autor es imperceptible. “Falta”, además, la identidad judía en un medio extraño; identidad que en las otras novelas aparece amenazada y real, aun en el presente. De todos modos, ¿quién son realmente Wrédé y Besson? Sus pasos se pierden en la nieve negra.

No hace falta que yo recomienda a nadie la lectura de Modiano y, además, sería pretencioso por mi parte. Pero sí diré que quien se decida a leer Calle de las Tiendas Oscuras ganará una visión diferente de la identidad que se busca. Al fin y al cabo, Moisés no entró en la Tierra Prometida: sólo le fue permitido contemplarla desde el Nebo después de caminar por el desierto una generación. Sí, andamos dando vueltas: es la nostalgia de los orígenes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Modiano se está convirtiendo en uno de mis favoritos, lo he leído casi todo, creo que me falta "Reducción de condena". Me quedo con Dora. Es cierto lo que dices, se busca a si mismo en todos sus libros.