sábado, 28 de febrero de 2009

Michael Greenberg

EXPERIENCIA


Me ha ocurrido algunas veces: al ver la portada de un libro estaba seguro de que sería un éxito editorial. A decir verdad, casi siempre he acertado. Me pasó con Expiación, quizás por la fotografía en blanco y negro que ilustraba la primera edición (los responsable de Anagrama tuvieron, posteriormente, el mal gusto de colorearla para cambiarla finalmente por una fotografía de los protagonistas de la película: cosas de la mercadotecnica, porque las editoriales viven de las ventas); volvió a ocurrir con Vida de Pi y con El libro de las ilusiones (aunque prever el éxito editorial de un libro de Auster no es ningún mérito), con Koba, el Terrible, con Firmin del que espero hablar algún día... Sí, parece que hay libros cuyo éxito editorial es previsible (bueno, ése es el trabajo de un editor hoy). Con el libro de Michael Greenberg, Hacia el amanecer, Barcelona, Ed. Seix Barral, 2009, tengo la impresión de que sucederá lo mismo**.

He leído Hacia el amanecer con voracidad ,tristeza y lágrimas en un par de días (ningún mérito: tiene poco más de doscientas cincuenta páginas). No escribo en esta gacetilla para contar mi vida (cuyo interés sería nulo), sino para compartir mis lecturas. Sin embargo, el tema del libro me ha tocado el corazón. El editor real (Seix Barral pertenece al grupo Planeta) ha llenado la contraportada y la primera página de comentarios laudatorios. No diré que estén de sobra, pero realmente sobran porque dan la impresión de que la obra de Greenberg es un circo y nada sería más falso que esto. Claro que lo que el editor español busca, de nuevo, las ventas. Y Greenberg venderá bien durante una temporada; en algunos casos oiremos hablar de la enfermedad mental con un tono literario, como ésos que al declarar algo se estiran los puños de la camisa. La obra será pasto de una de las pestes del siglo XX (y del XXI , me temo), la psicología -aun aceptando que hay muchos psicólogos que son personas maravillosas; quizás algún otro autor aporte también su experiencia y hasta es posible que un enfermo en un momento de lucidez escriba algo sobre el asunto. Sin embargo, me parece que todo eso no tendrá mucho que ver con Hacia el amanecer. Y no tendrá mucho que ver porque este libro de Greenberg se asemeja al grito de alguien que no acaba de comprender; pero no un grito abstracto, sino uno muy concreto: aquel que surge del sufrimiento experimentado en carne propia. Ciertamente, está escrito desde el amor incondicional a su hija Sally (puesto que ella misma quiere que se use su nombre), mas no me parece que para nada trate del amor. No, más bien trata de la perplejidad que nos deja casi sin capacidad de reacción guiándonos como un ciego en la noche de su mediodía.

El libro está escrito a dentelladas, pues en medio de una narración lineal aparecen chispazos, a veces como preguntas retóricas, que abren el sinsentido de una enfermedad incomprensible: “¿Cómo se puede derrotar a semejante enfermedad sin derrotarse a uno mismo?” (pág. 61), porque una de las dudas terribles que asaltan a Greenberg (y supongo que a cualquier en una situación semejante) es no sólo si el enfermo volverá a ser algún día la persona que fue, sino si los que lo cuidan y lo rodean podrán ser los mismos. Por esta razón Greenberg se refiere en numerosas ocasiones a la búsqueda de un punto de retorno: la esperanza de que en la mente del enfermo ocurra algo, se encienda una luz, que le permita ver con claridad. “No sé quién soy”, dice Sally en un momento de lucidez; la tragedia es que nadie se lo puede decir, pues es imposible señalar un punto y final para la enfermedad: cuando uno piensa haber tocado fondo, descubre que el fondo está más abajo y que la realidad puede ser aún más dura: “Justo cuando su manía parece estar definitivamente derrotada, se produce una nueva y potente descarga” (pág. 120).

La angustia experimentada al no poder rozar ni siquiera a la enferma se describe de una manera real, pues basta una frase con sujeto, verbo y predicado. Y esto es hermoso, porque Greenberg no ha pretendido “hacer literatura” de la enfermedad, sino expresar su experiencia de forma honesta. Quien haya tenido la mala suerte de tener a un ser querido encerrado en un hospital psiquiátrico habrá sentido algo parecido: “No sabemos lo que les están haciendo” y esto es en sí mismo una confesión de fracaso y de culpabilidad, sin duda subjetiva, pero no por ello menos real. En Hacia el amanecer asistimos también a la desintegración del pasado desde el presente, pues uno busca a sus espaldas las razones de su situación: cuando se desentierra a los muertos, sólo a se encuentra a los muertos... y en un estado lamentable. Sin embargo, y sin destripar el libro, hay que decir que esta obra de Greenberg es, además del grito desgarrado de un padre, una llamada a la esperanza basada en el amor, que es más fuerte que la muerte, como enseña El cantar de los cantares.

¿Es posible comprender lo que no tiene sentido? Greenberg describe cómo actúa sin entender, cómo se siente extraño a su propia vida y cómo la enfermedad mental de su hija arrasa su vida como un tornado imparable. Uno no elige estar en la trayectoria del tornado y salva sólo lo que puede salvar; a veces nada. Y eso que la historia es sólo la de un verano: puedo imaginar a los padres, los maridos, las esposas y los amigos que han de soportar la enfermedad mental de un ser querido durante años.


**LOCALIZAR LIBROS. Como me pasa a menudo, no conocía de nada a Greenberg; pero casualmente leí un titular que me llamó la atención y una mañana de este febrero tan triste fui a buscar el libro, equivocándome de título. Visité algunas librerías y pedí “Cuando mi hija se volvió loca”, que no constaba en ninguna parte (dado que ahora todas las librerías que frecuento, hasta las más sencillas, están dotadas de un computador). Un ridículo por año no hace daño. En defensa de mi estupidez debo decir que en un par de ocasiones di el apellido correcto del autor. Quizás en alguna pantalla apareciese Hacia el amanecer, pero el título debió sugerirme uno de esos libros de autoayuda -ésos que son realmente éxitos editoriales. Subsanado el error gracias a una formidable amiga, me hice con un ejemplar del libro.

Sólo deseo añadir un sentimiento: yo podría ser el de la fotografía.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un libro interesante, pero usted ¿tiene algo contra la psicología?

Anónimo dijo...

EGO

Tras largo tiempo sin poder compartir este blog contigo, hoy vuelvo a acercarme a hojas que fueron libros, a libros que fueron vidas. Vidas que se entrecruzan gracias a lo que alguien escribe quizás para nosotros.
Regreso con miedo a tu ausencia y sus razones y, gracias a Dios, te vuelvo a encontrar.
Leo con avidez tus nuevas propuestas: Retratos de El Fayum, Dora Bruder y Hacia el amanecer; confieso que la emoción me ha embargado. No se trata de los libros en sí o de la referencia a sus autores. Tu alma está en cada palabra.
Quizás, antes de hacerme con la tierna dureza de Hacia el amanecer, me vuelva a leer el Cantar de los Cantares (si a alguien le seduce la idea, aviso: no lo localizaréis entre best seller, modernidades o vanguardismos pseudoliterarios).
Llenar el sufrimiento de amor para no sentirlo como un tornado, como algo que hay que soportar por distintas razones. Supongo que será fácil hablar desde fuera de estas situaciones en las que las ganas de abandonar nos invaden, pero no creas que me son ajenas; probablemente sean, simplemente, diferentes.
Querido amigo, el compartir los sentimientos de una persona nunca tienen un interés nulo.
Shalom.

Anónimo dijo...

http://www.cadenaser.com/actualidad/audios/hija-volvio-loca/csrcsrpor/20090303csrcsr_22/Aes/

Anónimo dijo...

EGO
Gracias por recordarme que el amor es más fuerte que muchos de los obstáculos que encontramos en nuestro camino. Sólo hay que mantenerlo vivo y no dejarse vencer por las dificultades. Te animo a que lo hagas.

Allí tuvo tu madre dolores,
Allí tuvo dolores la que te dio a luz.
8:6 Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el amor;
Duros como el Seol los celos;
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
8:7 Las muchas aguas no podrán apagar el amor,
Ni lo ahogarán los ríos.

Ahora mi corazón está preparado para ir hacia el amanecer.
Shalom.

Valentín J. Ansede Alonso dijo...

Quiero agradecer a EGO que se digne escribir. También yo, amigo, te animo a seguir adelante recordándote aquellas palabras de Walter Benjamin que he citado en otra ocasión: "Solo por los sin esperanza no es dada la esperanza".

Anónimo dijo...

EGO

Me pongo, de nuevo, en contacto contigo.Ya he ido hacia el amanecer de Greenberg. Realmente duro. Es evidente que es terrible vivir entre la desesperación o la locura, la depresión o la angustia, el amor y el sufrimiento. Tu comentario sobre que podrías ser el de la foto me ha impresionado más después de conocer a Sally. Pero ya sabes,"Sólo por los sin esperanza no es dada la esperanza". La esperanza existe (¿?)
Un fuerte abrazo.
Shalom.