miércoles, 21 de enero de 2009



VOLVER CON LA FRENTE MARCHITA

Llevo demasiado tiempo sin escribir. A EGO le debo más de una disculpa; pero espero que entienda que los imponderables de la vida a veces -como decía Mafalda- hacen que lo urgente no deje espacio a lo importante. Una gacetilla como ésta no es el lugar adecuado (salvo si uno es un exhibicionista) para hablar de cuestiones personales.

Esta ausencia ha sido tal vez un descanso. Así, hoy, por ser un segundo “primer día”, no hablaré sólo de libros. Quizás esto es lo que significa exactamente shabbat -la oportunidad de empezar de nuevo y, por eso, remite al descanso en el que cesa toda actividad; tal vez por eso el pan de shabbat tiene el sabor de la esperanza: se parte con la mano, sin herramientas, y cada uno va en ese pan partido y repartido. Como el pan que se nos entrega cada domingo.

Ludwig Wittgenstein -en una sentencia que Theodor W. Adorno calificó de antifilosófica- nos enseñó: “De lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse” -es decir: Wovon man nicht sprechen kann, darüber muβ man schwiegen, así suena en la lengua original. Que nuestro maestro austríaco no enseñe algo no quiere decir que necesariamente le sigamos. De hecho, él mismo terminó por intentar decir lo indecible -esa segunda parte del Tractatus nunca escrita, pero siempre presupuesta como la parte fundamental, detrás de la cual se pasó corriendo el resto de su azarosa vida. Quizás todo el que escribe pretende, sin saberlo (Dámaso nos podría enseñar algo de esto), decir lo indecible, rozar con las palabras aquello que siempre quedará más allá de ellas. Y tal vez cuando hablamos o escribimos sobre los libros que otros han escrito pretendemos, amén de aprender con una actitud humilde, buscar en ellos precisamente aquello que los libros no nos pueden dar. Una vez un amigo me dijo: “Te encierras entre libros porque huyes de la vida”. Negué con vehemencia -como Pedro en otra desdichada hora-, pero había en el turbión de fondo de la frase un no sé qué de verdad al que no pude cerrar los ojos.

La poesía es posiblemente el intento, siempre fallidamente hermoso, de enunciar expresamente lo que no podemos decir. Eso es algo que se nota en la obra de Carlos Javier Morales, Años de prórroga, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005 (la fotografía que encabeza esta entrega es de ese autor, porque no he sabido colocarla aquí, conste):

Me han preguntado hoy si el mundo es bueno
y aún no sé qué decir.
Yo sé que Dios es bueno,
yo lo oigo cantar muchas mañanas,
pero nunca lo he visto.
También sé que las rosas son hermosas,
gustosa el agua clara
los días de excursión por el arroyo

(De Difícil pregunta).

Carlos Javier Morales acierta plenamente con la serenidad en la que yacen sus preguntas (¿los años tal vez o es la vida?). Sin duda, el poeta intenta cantar a lo desconocido (justamente a lo que no se puede decir) como quien ha tenido experiencia de eso inefable.

De una forma diferente -en una poesía más desgarrada si se quiere-, José María Fonollosa, Destrucción de la mañana, Madrid, DVD, 2001 (poemario que va por la segunda edición) busca en las palabras un motivo para alentar la esperanza que, precisamente, no se alcanza por las palabras. El fracaso -porque Fonollosa es un poeta secreto- marca su existencia, pero aún así escribe y ese gesto (el escribir, no ya la palabra) expresa mejor que cualquier otra realidad la capacidad del decir poético para llevarnos en el fracaso más allá de él:

¿Cómo he tardado tanto en darme cuenta?
Los datos anunciaban claramente,
hasta con fluorescentes de colores,
que había un error grave en mis esquemas.

Me obcequé en proseguir, empecinado
y tenaz, por la senda equivocada
-los datos recalcábanlo insistentes-
para llegar así a ninguna parte.

Cerraré hoy recordando un libro que leí con apenas dieciocho años -hace, por lo tanto, siglos- en el que un por entonces joven teólogo brasileño intentaba en un lenguaje cargado de poesía decir algo indecible. Me refiero a L. Boff, Los sacramentos de la vida, Santander, Sal Terrae, 1978. Curiosamente, Boff insiste en que más que las palabras, mucho más, nos hablan las cosas. Será, sin duda, una lectura interesante para quien no lo conozca y a quienes lo leímos hace tiempo nos recordará que todo, siendo tan complicado, es a veces mucho más sencillo de lo que nos parece.

Quiero agradecer a EGO, una persona perspicaz, su constancia y sus ánimos. Si las cosas no se tuercen, espero escribir en la gacetilla todas las semanas. Shalom.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre tan interesante lo que escribes. Me quedo con la desgarrada.
Gracias

Anónimo dijo...

EGO
Desde que lei los versos de Carlos Javier Morales (no es que los de Fonollosa no me gusten, pero prefiero la serenidad del tinerfeño)he intentado hacerme con el poemario: difícil me lo pones.
No obstante he llegado a su página web (www.carlosjaviermorales.com)y la quiero compartir contigo si es que no la conoces.
Shalom.