lunes, 22 de febrero de 2010

Karl Kraus


REÍRSE DE FREUD

La sociedad moderna mueve a risa, pues se toma demasiado en serio a sí misma. Parece vivir bajo un permanente Edipo, que la lleva a acuchillar sin piedad a su pasado pensando que así conquista el presente. Enunciada así, la frase que acabo de escribir es una solemne estupidez (y no estoy pensando en Erich Fromm por el que siempre sentí un profundo respeto pese que acabó dándole a la manivela de repetir ideas haciendo libros diferentes. Al menos las ideas eran suyas y no cómo otros españoles que escriben mal un libro sobre una idea de otro autor que, para colmo, está mal interpretada). Los términos “sociedad moderna” y “Edipo” entran en la frase aparentando que dicen algo..., pero es sólo simulación. Cuando se procede así, se piensa en abstracto—y en su crítica tendrá siempre razón Hegel, nos guste más o menos. Ciertamente, Dostoievski pudo leer a Hegel en Siberia y echarse a llorar. Me quedo con el ruso, aunque respeto al alemán. Todo esto viene a una reflexión que me hacía en el silencio de esta tarde plomiza: al siglo XX le hubiese ido mejor siguiendo la senda de Karl Kraus que la del otro vienés, Sigmund Freud. De hecho el primero fue el único capaz de reírse del fundador de psicoanálisis (y defenestrador de Jung) hasta conseguir molestarlo. Al fin y al cabo, Freud no demostró nunca demasiado sentido del humor. Supongo que el comentario de Musil en sus diarios hubiese hecho reír a Kraus, sobre todo al verse comparado con su desgracia—el psicoanálisis—, pero hubiera provocado la censura del doctor Freud. Al fin y al cabo es posible que el fundador de Die Fackel no tuviese ni pies ni cabeza, pero al compararlo con el psicoanálisis—Musil acude al abstracto poniendo a Kraus frente a un concepto, una pequeña traición, no como la mísera acusación de Alfred Kerr—el invento de Freud sale perdiendo, pues si bien ambos acudieron al Zauber des Wortes (hechizo de las palabras), es evidente que Kraus lo hizo mejor y con la convicción de que hay algo real en lo que decimos. Kraus lanzó sus afilados dardos: El psicoanálisis es aquella enfermedad mental por cuya terapia él mismo se tiene. La respuesta de los que a sí mismos se llaman analistas fue miserable y desconozco si la multa que pagó Kraus sirvió para ayudar a las víctimas del psicoanálisis como el multado argumentó ante el juez.

Tenemos algunas obras de Karl Kraus traducidas y un magnífico estudio de Edward Timms, Karl Kraus, satírico apocalíptico. Cultura y catástrofe en la Viena de los Habsburgo, Madrid, Visor, 1990. En la misma editorial Visor encontramos Escritos, Madrid 1989, traducidos por José Luis Arántegui. En Tusquets encontramos la hilarante Los últimos días de la humanidad, Barcelona 1991. Hace poco más de cinco años Pre-Textos editó Palabras en versos, Valencia 2005. Éstas son las obras de Kraus que yo tengo en casa, aunque sé que Taurus editó hace tiempo Contra los periodistas y Trotta ha publicado un libro sobre la época de Kraus. Debo hacerme con ambos, porque Karl Kraus nos enseña no sólo el cuidado del lenguaje—la corrupción de lo mejor es lo peor, cosa que debe decirse en la época de la dominación de la corrección política—, sino también a reírnos de psicólogos, analistas, periodistas y otras pestes del siglo XX.

Shalom

jueves, 11 de febrero de 2010

Hasta pronto, Alda Merini

ALDA MERINI

Nuestro mundo se hizo un poco más gris, más frío y triste el 1 de novimebre de 2009. En la tan mal comprendida—y, sin embargo, hermosa—fiesta de Todos los Santos la inolvidable Alda Merini nos dejó. Nacida en Milán el 21 de marzo de 1931 decía de sí misma:

(Sono una piccola ape furibonda.)

Mi piace cambiare di colore.

Mi piace cambiare di misura.

Estos versos de Alda Merini, que pueden verse en su “sitio oficial” en la Red la describen, en lo que yo puedo conocerla certeramente: una pequeña abeja furiosa a la que le gusta cambiar de color, a la que le gusta cambiar de medida.

Por suerte la editorial Vaso Roto ha publicado los dos últimos libros de la trilogía que comenzó con Cuerpo de amor. Se trata de Magnificat: un encuentro con María, y de La carne de los ángeles, ambos publicados en Barcelona en el 2009 (siendo las ediciones originales de 2002 y 2003 respectivamente). Las traducciones las ha realizado, con sobriedad, Jeannette L. Clariond, que se ha encargado también de las notas previas que anteceden a los dos poemarios.

Persona profundamente religiosa—y cristiana, aunque no esté de modo decirlo—, estos dos poemarios dan testimonio de la hondura de sus sentimientos si es que esta palabra llega a describir pálidamente lo que la poeta (nada de poetisa, ¿de acuerdo?) nos ha legado:

Salvate la madre di Gesú,

ella è dimora degli angeli,

ella è dimora della Parola.

La parola fiat

ha tagliato il suo grembo in due:

metà tenebra e metà dolore.

Salvate la valle del Signore.

Per camminare Dio bambino

ha bisogno di un prato,

per caminare Dio

ha bisogno del mondo.

Salvate la madre di Dio,

ella è tenera,

ella è solo una fanciulla,

ma tiene i coltelli della sapienza

nel gembro

per aprire un varco al demonio.

Lei lo affronterà,

la madre di Dio,

la migliore,

lo prenderà per sempre

lo caccerà nell'Inferno.

Lei,

l'eroina di tutti di tempi,

la dolce madre di Dio,

la tenera fanciulla d'amore,

le aprirà un varco alla poesia,

lei aprirà un varco al sole.

Salvad a la madre de Jesús,

ella es la morada de los ángeles,

ella es la morada de la Palabra.

La palabra fiat [hágase]

partió su vientre en dos:

mitad tiniebla y mitad dolor.

Salvad el valle del Señor.

Para caminar Dios niño

necesita un prado,

para caminar Dios

necesita del mundo.

Salvad a la madre de Dios,

ella es tierna,

ella es sólo una jovencita

mas lleva los cuchillos de la sabiduría

en el vientre

para resguardarse del demonio.

Ello lo enfrentará,

la madre de Dios,

la mejor,

lo tomará para siempre

lo echará al Infierno.

Ella,

la heroína de todos los tiempos,

la dulce madre de Dios,

la tierna jovencita de amor,

ella abrirá un camino a la poesía,

ella abrirá un camino al sol.

El texto, de una hermosura que asombra, sigue y lo he colocado sólo como una invitación para seguir disfrutando de la lectura (nótese que se nos ofrece una traducción interpretada, pues quizás hubiese sido mejor traducir aprire un varco al demonio de acuerdo con la traducción de los dos últimos versos que he citado).

La poesía de Alda Merini nos ofrece ternura y consuelo, pero sin privarnos del dolor de la existencia, ese mismo dolor que marcó la existencia de la poeta milanesa:

E poiché mi hai redenta

fammi carne di spirito

e spirito di carne.

E poiché mi hai redenta

dammi un figlio

atrocemente mio.

No me parece que las categorías tradicionales—esas líneas que crean los agrimensores del espíritu y que se llaman conceptos—se puedan aplicar sin más a nuestra poeta. No hay en Merini distinción de sagrado y profano y este borrar los límites bebe, en mi modesta opinión, de una sagaz comprensión del mensaje cristiano para el que la realidad sagrada por excelencia, el sacramento de Dios, es el ser humano. En él acontece la epifanía de Dios y, citando a Ireneo de Lyon, Merini hubiese dicho también que la gloria de Dios es el hombre viviente (debemos recordar que el término hebreo para gloria, כבוד kabôd, puede traducirse por belleza, al igual que δόξα , doxa, en el Nuevo Testamento. Quizás estos poemarios puedan describirse así: como un intento creciente de acercarse a la belleza que nos deslumbra.

Shalom.