SABBATH SHALOM
Estaba a punto de escribir haciendo referencia a un ensayo (no tenía claro si hablar del autor de La estrella o de Tillich), pero mi Intuición (entiéndeme, lector) me dice que es mejor hablar de poesía. Y como el huisqui me hace estar generoso (también las cervezas que he tomado en la tasca de un antiguo alumno), no voy a citar sólo un libro, sino cuatro. El criterio que sigo para citarlos es puramente cronológico: del más antiguo al más moderno.
Empecemos por Wang Wei, Poemas del Río Wang (traducción y edición de Pilar González España), Madrid, Ed. Trotta, 2004. Hay que felicitar a la editorial que ha publicado estos poemas ( http://www.trotta.es/ ) por la excelente edición de las caligrafías del maestro Zeng Ruojing, algo que difícilmente pueden apreciar -en la era de las tecnologías sin tinta- la mayoría. Casi nadie conoce ya el placer de escribir con pluma sobre un buen papel, detenerse en el sonido y en la tinta fresca... Bueno, Wang Wei es un poeta ¡del siglo VIII! que nos es contemporáneo. Como es frecuente en la literatura y el arte orientales, Wang Wei busca la unidad entre arte o poesía y paisaje. Permítaseme citar un poema:
OLAS DE SAUCES
en hileras distintas
se sucede los árboles
magníficos
sus sombras invertidas
traspasan
las ondas cristalinas
no como en los canales de Palacio
donde el viento de primavera
entristece todas las despedidas
Quien no se sienta emocionado, ya sabe: sobran las palabras. La poesía china, a la sombra del confucianismo y del budismo, me ha emocionado desde hace mucho. No voy a levantarme ahora para buscarlo en mi biblioteca, pero Gredos editó una magnífica antología de poesía algunos de cuyos versos son capaces de hacernos sentir la misma tristeza que experimentó un hombre del siglo III o del VI d. C. . Un segundo, voy a buscar el libro. Ya está, se trata de AA.VV., Antología de la poesía china (introducción, traducción y notas de Juan Ignacio Preciado Idoeta), Madrid, Ed. Gredos, 2003. Citaré dos poemas:
Ya no se oye el susurro
de las mangas de seda
el polvo cubre la escalinata
los aposentos están vacíos
silenciosos
las hojas caídas bloquean las puertas
por culpa de aquella beldad
mi corazón no conoce el sosiego.
de las mangas de seda
el polvo cubre la escalinata
los aposentos están vacíos
silenciosos
las hojas caídas bloquean las puertas
por culpa de aquella beldad
mi corazón no conoce el sosiego.
Y un segundo poema:
Luna llena en las montañas del Paso
los soldados añoran su Qinchuan natal
imaginan a sus mujeres en lo alto del pabellón
junto a la ventana
sin poder dormir.
La Bandera ilumina Shule
el ejército de nubes sube hasta los montes Qilian.
Así están hoy los aires de guerra,
¿cuántos años más tendremos que servir?
Luna llena en las montañas del Paso
los soldados añoran su Qinchuan natal
imaginan a sus mujeres en lo alto del pabellón
junto a la ventana
sin poder dormir.
La Bandera ilumina Shule
el ejército de nubes sube hasta los montes Qilian.
Así están hoy los aires de guerra,
¿cuántos años más tendremos que servir?
Ciego el que no capte la nostalgia en estos poemas. Bueno, vayamos con el segundo poemario: Rainer Maria Rilke, Sonetos a Orfeo (traducción de Carlos Barral), Barcelona, Ed. Lumen, 1983. Una de las cosas más emocionantes es que el diseño gráfico es de Joaquín Monclús, el mismo que era responsable de las portadas de Mafalda (una genio que cumple los mismos años que yo y que siente un poco menos de pasión que yo por los fabulosos cuatro chicos de Liverpool). Recomendar a Rilke es del todo pretencioso, porque se recomienda solo. Diré solamente que pocos poetas han conseguido emocionarme como Rilke y me bastará citar el final de un poema que vale lo que una una obra completa:
Ein Wehn im Gott. Ein Wind.
El tercer libro (cuarto si contamos la antología) es uno increíble de Marguerite Yourcenar, Los treinta y tres nombre de Dios. Ensayo de un diario sin fecha y sin pronombre personal, Barcelona, Reverso Ediciones, 2005 ( http://www./reversoediciones.es ). ¿Qué se puede decir de esta obra que no sea invitar a leerla?
Un aveugle
qui chante
et un enfant
infirme
Cada página de esta obra merecería un día; porque el error que los principiantes suelen cometer con la poesía es creer que pueden leerla, que son ellos los que la leen. No, más bien hay que dejar ser leído por el poema. ¿Qué importa lo que yo piense de la obra de arte? Lo importante es lo que ella piense de mí, lo que me dice, cómo interpreta mi existencia.
Last, but no least Viola Fischerová, Antología poética, Vitoria, Ed. Bassarai, 2007. La poesía de la autora checa refleja los profundos sufrimientos que han calado su existencia (no me refiero sólo al suicidio de su marido) y que, sin embargo, no la han privado de un sentido último. Algunos poemas difíciles harán necesaria cierta dedicación a su lectura -con el inconveniente añadido de que se trata de una traducción y en los poemas los significantes significan por sí mismos. Y el huisqui no me deja escribir más. Me merezco un descanso.
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