LA UTOPÍA MALOGRADA
Me parece que todos hemos leído la maravillosa obra de Antoine de Saint-Exupéry, El principito, Madrid, Ed. Alianza, 1980 ( http://www.alianzaeditorial.es/ ). Se trata de un cuento delicioso, lleno de ideas profundas expresadas con la sencillez que sólo los grandes escritores -y no siempre- alcanzan. Recordaré siempre el inicio de la conversación entre el zorro y el principito: “ `Soy un zorro´ , dijo el zorro”, frase en cuya evidencia se enuncia la ceguera con la que a veces contemplamos la realidad. Lógicamente, El principito es un libro que se recomienda solo y cuya difusión ya universal parece ser garantía suficiente como para que siga siendo objeto de lectura durante mucho tiempo. Claro que todo depende, como Nietzsche sabía, de cómo midamos el tiempo. El formidable Poema de Gilgamesh, Madrid, Editora Nacional (hoy inactiva, pero publicó creó durante los años ochenta un buen fondo editorial y, de hecho, una de las más competentes ediciones castellanas de La Misná), 1982 ¿quién lo lee hoy? Quizás sólo un puñado de curiosos y eruditos -y la mayor parte de las veces no lo disfrutan. Quizás El principito tenga la ventaja de haber sido clasificado en numerosas ocasiones bajo el dudoso epígrafe de “literatura infantil”** -con pocas cosas he disfrutado yo más que con los libros de mi hija y algún día tendré que hablar largo y tendido no sólo de Tintín sino también de El pequeño Nicolás- y esa clasificación le asegura lectores ávidos e inteligentes.
Sin embargo, no pretendía hablar de Antoine de Saint-Exupéry, sino de un breve cuento que al leerlo por primera vez me pareció el envés de El principito; me refiero a la obra del autor alemán Reiner Zimnik, Los tambores, Barcelona, Ed. Lumen, 1981 (la dirección: http://editoriallumen.com/ , pero la página da error y a los torpes en informática nos cuesta mucho cerrarla). Zimnik es un artista polifacético que nació en pleno ascenso de la barbarie nazi y cuya biografía ayuda quizás a entender el pesimismo que impregna Los tambores (cuyo título original, Die Trommler für eine bessere Zeit,explica más que el de su traducción castellana). “¡Empezamos una vida nueva! ¡Nos vamos a otro país!” y el primer tambor, al que toman al principio por loco, consigue mover a la masa para llevarla a ningún lugar que no sea la búsqueda de un tiempo mejor. El final, que no desvelaré, es de los momentos más crueles que uno pueda leer. Los tambores es uno de esos cuentos que da que pensar y que podrían ser usados para abrir un debate sobre la ambigüedad de todas las utopías de la que el siglo pasado nos ha enseñado demasiado.
** “Literatura infantil” parece usada a veces como una expresión despectiva. Sin embargo, el lector adulto se juega con las primeras lecturas de la infancia. Y si un cuento es bueno lo será para los niños, para los jóvenes y también para los adultos. La falta de sensibilidad creciente en nuestra sociedad (y que se expresa en la creciente aplicación de la mercadotecnia a todas las facetas de la existencia: agrimensores al fin y a la postre) establece barreras en la vida; barreras en la que sólo los poco avisados (la mayoría) o los estúpidos se detendrán. ¿Quién ha decretado que Gloria Fuertes escribió poemas sólo para niños? En los libros de texto de nuestros preescolares hay magníficos poemas (pienso ahora en Concha Díaz Aguirre, una excelente poeta, a la que en reiteradas ocasiones he escuchado decir que los poemas que se dan a leer a los niños deben ser muy buenos poemas, porque niño no significa “tonto” sino para los necios). Hay cuentos, libros ilustrados, desplegables y otros textos editados bajo la clasificación “infantil” con los que también los adultos disfrutamos, al menos yo. Claro que también soy de los que piensan que nuestra única patria es nuestra infancia.
1 comentario:
EGO
Me he topado casualmente con este blogg (buscando vídeos): ¡no puedo creer que haya alguien que no considere la literatura infantil como algo menor!
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