LA RELIGIÓN DEL CONSUMO
Son
noches de silencio.
Voces
que claman en un espacio infinito;
un silencio del hombre y un silencio de Dios.
(Frei Tito de Alencar)
En la estela del Concilio Vaticano II surgió en Latinoamérica la Teología de la Liberación cuyo primer
nombre conocido, al menos por estos pagos, fue el de Gustavo Gutiérrez, a cuya alargada sombra maduraron un buen número
de teólogos. Ciertamente, el pensador peruano había recibido su formación en
Europa (en los años cincuenta ¿había acaso otras teologías? Es verdad que las
iglesias ortodoxas elaboraron las suyas, pero eran también europeas pese a
centrarse en la luz tabórica) y en el Viejo Continente había entrado en
contacto con los grandes movimientos preconciliares y, sobre todo, con los
teólogos dominicos de Le Saulchoir, guiados por aquella excelente persona que
fue M.-D. Chenu. Teología de la liberación se publicó, si
no me falla la memoria, en 1971 y su impacto en los ambientes teológicos
europeos y latinoamericanos fue inmediato. Son de sobra conocidos los avatares
de la teología y de los teólogos de la liberación, algunos de los cuales
pagaron con sus vidas la causa del
Evangelio. Me ha venido a la memoria, y me ha llenado de emoción, el recuerdo
del dominico brasileño Frei Tito de
Alencar, con quien Sérgio Paranhos, jefe del DOPS en São Paulo, se ensañó
durante varios días en interminables sesiones de tortura. Todos sabemos cuál
fue el triste final de Frei Tito en París, adonde había acudido para refugiarse y donde recibía
tratamiento psiquiátrico, pues la tortura le había dejado secuelas,
irreparables en nuestro mundo. También podemos recordar a Ignacio Ellacuría y compañeros, a quienes ya he mencionado en esta
gacetilla. A Medellín siguió Puebla y muchas de las esperanzas que fueron
puestas en el desarrollo de la Teología de la Liberación [1] fueron arrancadas
por las autoridades eclesiales, tan ciegas como torpes. Durante el pontificado
de Juan Pablo II numerosos teólogos fueron puestos en entredicho [2]. Si la
Teología de la Liberación ponía en peligro los intereses de los gringos en
Iberoamérica, como dijo un diplomático gringo tras el Sínodo de Medellín, no
cabe duda que infundió esperanza y no sólo en el Nuevo Continente. Sin duda,
muchos han sido aplastados; pero sembraron una semilla que florece aquí y allá.
Nadie puede poner en duda, por ejemplo, que el Evangelio implica una opción por los pobres y que la crítica
económica y social forma parte integrante de la Teología Fundamental.
He leído con atención el libro de William T. Cavanaugh, Ser consumidos. Economía y deseo en clave
cristiana, Granada, Nuevo Inicio, 2011. Me parece que de este teólogo gringo he comentado Imaginación teo-política, aunque tal vez
haya sido en otro lugar. Aborda en esta obra la cuestión de las implicaciones
económicas de la fe cristiana llevando a cabo una crítica del sistema económico
capitalista (especialmente en la versión que de él hizo Friedman). Ser consumidos
está estructurado en cuatro capítulos, que podrían leerse por separado, aunque
quizás esto hiciera perder la visión globalizadora que Cavanaugh da a su
reflexión, que debe mucho, aunque no se les mencione, a los teólogos de la
liberación. En el primer capítulo, libertad
y ausencia de libertad, trata el problema de la libertad, que parece ser el
bastión defensivo de los liberales, representados por la escuela de Friedman.
El teólogo acude a la obra de san Agustín para mostrar que no es suficiente un
concepto negativo de libertad y que ésta ha de enfocarse, so pena de volverse
del todo irrelevante, desde la cuestión del sentido último de la existencia. En
el segundo capítulo reflexiona el autor sobre la paradoja de la sociedad de
consumo que, supuestamente apegada a los objetos, sólo sobrevive merced a un
desapego constante. Los dos últimos capítulos están dedicados a una valoración
teológica de los procesos de globalización y al tema de la escasez. Me han
parecido especialmente interesantes las reflexiones sobre el Cuerpo de Cristo
en la configuración de una identidad individual no cerrada (cuyo último
arquetipo se encuentra en la noción cristiana de Dios Trinidad, que
incluye la diferencia y no es un monoteísmo al uso). En esto el autor se ha
servido con amplitud de la obra de uno de los grandes teólogos del siglo XX, Hans Ur von Balthasar, cuya obra
siempre merece una segunda lectura. Ser
consumidos da que pensar y permitirse asomarse a algunos de los problemas
que suelen estar ausentes de los libros de teología al uso [3]. Su lectura hace
ver que la teología es aún una disciplina
viva, capaz de imbricarse en la realidad para transformarla.
Sin embargo… ¿no le falta mordiente
crítico? A principios de los años ochenta, siguiendo el pensamiento de W. Bemjamin, Horkheimer y Adorno,
pero también a J. B. Metz, J. Moltmann, Porfirio Miranda y Tomás de Aquino, me dio por analizar el
desarrollo del concepto burgués de libertad
en las sociedades capitalistas tal como había planteado en la Ilustración. De
mi análisis deduje que la libertad tal como se concebía popularmente en
nuestras sociedades no era sino la traducción del libre mercado y de la libre
competencia. Éste es un hecho que me parece incuestionable y no se necesita ser
marxista—aunque tampoco es un inconveniente—para llegar a semejante conclusión.
De hecho, sigo pensando que el concepto burgués de libertad (se le puede llamar
instrumental si se prefiere) conduce necesariamente a un tipo pernicioso de
ateísmo, por cuanto que ve a todo otro como un límite, como un obstáculo. Dios
aparece en ese horizonte como un límite y, por ello, como algo que debe ser removido. De ahí que las teologías que han
propugnado un “encogerse” de Dios para hacer sitio a su creación me merezcan un
juicio severo: entiende que Dios (queriéndose referir a Dios) concurre
con el ser humano; pero Jesús está más cerca de Prometeo y de Sísifo que de
Zeus, si se me permite hablar así. Sólo si se piensa un concepto de libertad
alternativo (es decir, real), sólo entonces podremos empezar a hablar de
felicidad (moralidad, dicen los antiguos). El fondo de la cuestión es tal vez
algo en lo que Cavanaugh no se ha atrevido a entrar: el consumo como culto religioso que vive de la permanente
frustración de los individuos, pues sólo puede sobrevivir si falsea lo que
promete. Es evidente que nuestro sistema económico es altamente injusto: muchas
industrias emplean mano de obra en condiciones de esclavitud e incluso una
célebre marca de calzado deportivo anunció hace unos años, ¡oh, victoria!, que
dejaría de usar mano de obra infantil esclavizada… ¿No es suficiente? El
capitalismo es capaz de asimilarlo todo, porque no retiene nada: ¿quién vende
imágenes del Crucificado, del Che o de Nietzsche junto a carteles de cantantes,
desaforados representantes del Mercado (sí: con mayúscula)? El capitalismo
tardío—el consumismo—genera sus dioses, sus textos sagrados, tiene sus objetos
de culto, sus ritos, sus sacerdotes y sus templos; pero el devoto jamás
alcanzará lo que se le promete: beber coca-cola no da felicidad y me puedo
imaginar perfectamente a un monstruo como Sérgio Paranhos bebiendo esa cosa
mientras sometía a tortura a alguno de los seres humanos que tuvieron la
desgracia de caer en sus manos. Alguien malintencionado, no yo, válgame el
Cielo, podría decir que en los anuncios sale tanta gente mirando a lo alto no
porque busque a Dios, sino para no ver sus pies manchados de la sangre
de los inocentes. La reificación de los valores (perdón por esta palabra)
acontece en el marco de la religión consumista como mecanismo de conservación
o, si se prefiere otro lenguaje, de retroalimentación. El capitalismo tardío
sólo sobrevive volviendo irrelevantes todos los valores, pues necesita
convertirlos en mercancía; es decir, en algo que tenga un equivalente
privándolos así de su kantiana condición. Ser
consumidos nos puede hacer pensar en todo esto, pero debemos tal vez
radicalizar el pensamiento porque nos estamos jugando a nosotros mismos.
Shalom.
[1]
Posteriormente, debido al surgimiento de teologías de la liberación en Asia o
en África, se ha hablado de Teología
Latinoamericana de la Liberación.
[2]
Incluso Gustavo Gutiérrez, que recurrió a la triquiñuela de ingresar en la
Orden de Predicadores para retrasar su juicio en Roma.
[3]
Es preocupante el descenso no sólo en número, sino también en calidad, de la
producción teológica. ¿Consecuencia de los movimientos involucionistas en el
seno de la Iglesia? Yo no tengo muchas dudas sobre el asunto.
2 comentarios:
Muy a mi pesar, y después de profundas reflexiones, me resulta imposible responder a la pregunta sobre quién es Bartleby, quién es usted, quién soy yo... No obstante, gracias: ¡por fin he leído algo pendiente desde el 2010!.
Sobre LA RELIGIÓN DEL CONSUMO. No le hablaré de teólogos, ni de cristianismo, ni mucho menos de Dios...y quizás -quizás uno- no lo haga por mi profundo desconocimiento sobre los dos primeros y mi "versión personal y experiencial" sobre Dios. En definitiva, sólo quería compartir con usted lo siguiente:
http://graffica.info/2011/08/25/tienen-las-agencias-de-publicidad-moral/#.UQ63wgW7HyU.facebook
Muchas gracias por el enlace y, sobre todo, por su comentario.
Publicar un comentario