PALABRAS QUE NO NAUFRAGAN
En verdad no pensaba escribir esta semana, porque estoy cansado y la dichosa tos—tan agradable, sin embargo, el frío—no me deja en paz. Una excusa tal vez; mas el uno de febrero murió Wisława Szymborska a los ochenta y ocho años. Le dieron un premio de los grandes, pero ella no lo necesitaba, aunque tal vez sí el cheque que lo acompañaba… todos necesitamos un cheque de un tipo u otro, porque ningún hombre es una isla, como nos enseñó John Donne en un hermoso poema. La poeta [1], por lo que sé, fue tan generosa personalmente como parca en palabras. He disfrutado de varios de sus poemarios y de un maravillosamente sencillo libro de prosa, siempre traducidos; de hecho, me siento incapaz de transcribir ninguno de sus poemas originales, pues no creo que mi máquina de escribir (sí, estoy delante de una computadora, lo sé) tenga suficientes zetas. Pese a la barrera del idioma, que se alza en mi caso a una altura impresionante, sus palabras han sido siempre cercanas, alegres y han tenido ese hálito que insufla vida a la realidad cotidiana. Las palabras de Wisława Szymborska me conducen siempre un puerto de aguas serenas; mis palabras se hundirán siempre sin encontrar si quiera el rumbo del poema. Por eso hoy, desde este apartado rincón de una humilde gacetilla, brindo por la autora polaca, que nos dejó un pequeño hilo de luz abierto en la clausura agobiante de este mundo.
METAFÍSICA
Fue, pasó.
Fue, por lo tanto pasó.
Siempre en este irreversible orden,
porque ésas son las reglas de este juego perdido.
Conclusión banal, ya no vale la pena ni escribirla,
si ni fuera por el hecho incuestionable,
un hecho por los siglos de los siglos,
para todo el universo, como es y será
de que algo fue verdaderamente,
mientras no pasó,
incluso el hecho
de que hoy has comido fideos con tocino.
Aquí, Madrid, Bartleby Editores, 2009.
Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano.
Shalom.
[1] Me niego a aceptar el femenino propuesto por el DRAE. Incluso me parece ofensivo para las mujeres poetas.
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