Conversación
Estoy en deuda con este amigo que responde a las iniciales de EGO: le debo dos respuestas; procuraré, si me lo permite, unirlas. Diré que es posible que tenga más “formación académica” que tú, pero eso no implica que tenga más formación ni tenga aquel espíritu de fineza tan del agrado de Pascal. De todos modos, el hecho de que leas lo que escribo (aprovecho la ocasión para agradecértelo) implica que tienes ciertos intereses que hoy son poco comunes. También acepto que con los años he reunido algunos libros que me acompañan y con los que dialogo; porque una de las maravillas de los libros -más aún de las cartas- es que te permiten hablar con personas que ya no están: aparecen delante de ti dibujadas por sus propias palabras.
Respecto a las interpretaciones tendremos que llegar a un acuerdo. Diré que no todas pueden responder a la obra (al lenguaje, si quieres), porque si todas fueran igualmente verdaderas, entonces la obra no tendría otros significado que su capacidad de soportar cualquier interpretación. C. S. Lewis puso un ejemplo magnífico en un libro titulado La abolición del hombre, que editó Ed. Encuentro hace muchos años: si ante las cataratas de Iguazú (él se refería, me parece recordar, a las del Niágara) uno dice: “Son muy hermosas” y otro replica: “Son vulgares” es imposible que los dos tengan razón, salvo que sólo estén expresando estados de ánimo. Así, el primero diría: “Tengo sentimientos hermosos” y el segundo, “Mis sentimientos son vulgares”. Sin embargo, ambos se pretenden referir a la realidad que tienen delante. De hecho, la hermosura provoca en el primero un estado de ánimo de admiración. Si fuese cierto que sólo expresan su propia subjetividad, habría que reconocer que al decir: “Eres estúpido”, estoy diciendo “tengo un estado de ánimo estúpido”. Y no queremos decir eso, pero uno de los errores de los modernos es pensar que la realidad es muda y yo creo que de una obra de arte no importa tanto lo que yo piense cuanto lo que ella piense de mí, cómo me sitúe en el mundo y qué sentido de la existencia me abra.
¿Un no-mío mío o un no-yo mío? (aprovecho para decirle al anónimo que se expresó con el no-yo mío que me parece que el guión debe ir entre el no y el yo para que la frase adquiera sentido). Quizás no es sólo una cuestión de sentido de propiedad, pero ¿está todo el poeta (“yo”) en el poema?
Leer a Wittgenstein siempre es un acierto, porque, además, es de esa raza de filósofos que te empuja a informarte de su vida para descubrir que hay mucha más vida personal en los sistemas de pensamiento de la que parece a primera vista. Nadie que lea el Tractatus pensaría que en él va una buena parte de la biografía de Wittgenstein y, sin embargo, va.
Por nada del mundo quisiera yo dejar fuera de esta gacetilla al único corresponsal fijo que tengo. Hablo de los libros que he leído, EGO, de los que me han influido y me han hecho cambiar de punto de vista -de perspectiva.
¿Dios no está ahora? ¡Qué pregunta! El Martillo de Röcken (el hijo del pastor, vamos, Nietzsche) anunció (algo que ya se había oído, cierto, pero él lo hizo con el lirismo que le caracterizaba): Gott ist tot, es decir, Dios ha muerto. Citaré de memoria (sabiendo que el texto difiere de mi cita, conste): ¿No habéis oído hablar de aquel hombre loco que recorría la plaza con una lámpara a pleno día gritando “busco a Dios” y que, precisamente, arrancó una gran carcajada de los que estaban en la plaza y no creían en Dios? Uno decía: ¿Es que se ha perdido? Y otro: ¿acaso de ha escondido? ¿Se ha extraviado como un niño? ¿O es que tiene miedo de nosotros? ¿Se ha exiliado? Así gritaban riendo unos con otros. El hombre loco saltó en medio de ellos y los taladró con sus miradas: ¿Adónde ha ido? Yo os lo diré: lo hemos matado nosotros, vosotros y yo. Todos somos sus asesinos y el texto sigue (es de El gay saber). El loco (quizás un Sócrates loco o tal vez el que recorría Atenas diciendo: “Busco un hombre”, Diógenes, el antitipo de Sócrates) sigue diciendo: Dios ha muerto, Dios está muerto y nosotros lo hemos matado. A mí, personalmente, ha sido uno de los textos que más me ha impactado (lo leí muy joven) y no tardé en aprenderlo de memoria. Aquí se pone de manifiesto -inspirándose en el Discurso de Cristo muerto de Jean Paul- uno de los desgarros fundamentales de la cultura moderna: Dios parece ausente, tan ausente que es posible darlo por muerto. Como dirían algunos hegelianos, deviene el ateísmo; es decir, Dios estuvo (mientras se creyó en él), pero ahora diría Nietzsche ya no podemos creer en Dios. Pero entonces ¿no nos alcanza el nihilismo? La realidad parece perder toda su sustancia: ¿dónde fundar la igualdad de los seres humanos? Ahora vemos que algunos pretenden acudir a la biología -lo que no deja de ser una forma biologismo, que desemboca en el racismo tarde o temprano. Formulas, además, algunas preguntas muy interesantes: “¿Podemos esperar a Dios desde la desesperanza?, que parece una paradoja. Recordaré la frase de Benjamin que ya he citado en otra ocasión: Sólo por los sin esperanza no es dada la esperanza. Yo diría que una forma posible hoy de pensar la presencia de Dios es hacerlo como ausencia -lo que algunos autores llamarían la discreción de Dios. De todos modos, hablar de esto nos llevaría muy lejos.
Por último, uno puede leer los libros que quiere leer: le llevará más o menos tiempo, pero se hace. Recuerdo que cuando comencé a leer filosofía me enteraba de todo, es decir, en verdad no comprendía casi nada. Sólo con el paso de los años he aprendido que comprendes sólo una pequeña parte y, por eso, hay que releer una y otra vez. Intentaré hablar dentro de mis posibilidades de los libros de arte (pintura, arquitectura) y estética que he tenido la suerte de leer. Gracias por escribir, EGO, y a ver si algún día tengo la suerte de conocer tu nombre.
2 comentarios:
Es muy interesante lo que dices, da para pensar. No suelo leer filosofía, me has animado a empezar con Nietzsche. Pero antes me tocará El nacimiento de la tragedia. Un saludo y sigue escribiendo. Te seguimos leyendo.
EGO
Empezaré por decirte que no tienes deudas conmigo pero que agradezco enormemente las conversaciones contigo.
Daría cualquier cosa por tener la paciencia y la capacidad intelectual que llevan a una persona a leer filosofía sin desanimarse en las primeras páginas. No me ocurre lo mismo con la novela o con la poesía. Mi espíritu deambula por la belleza de la palabra más que por los recovecos de la intelijencia (que diría Juan Ramón).
Quiero despedirme hoy de ti con una frase que me ha impactado:
"Sólo por los sin esperanza no es dada la esperanza". ¿Hay que buscar en quién no tiene esperanza
la esperanza que nos hace falta para vivir? ¿En el pobre? ¿En el triste? ¿En el abandonado? ¿En el descreido?...¿Quién no tiene esperanza realmente?¿Quién la tiene?
Gracias. Algún día te diré mi nombre.
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