UN GRAN ESCRITOR
Se trata de una novela deliciosa sobre la pérdida de la infancia y el ingreso en la adolescencia. Se trata, además, del libro en el que Pombo ha puesto más sentido del humor -algo que a veces parece ausente en sus otras novelas, pues nuestro autor gusta abordar los temas con una profundidad escolástica (digo esto sin segundas), pues él mismo ha insistido en ocasiones en el contenido filosófico de sus narraciones. En la novela de la que hablo, sin embargo, ese elemento está casi ausente y hay mucho más de observación psicológica, de reflexión que pretende sino ser un reflejo de un mundo que desaparece.
Dos niños, el Ceporro y el Chino, ven interrumpida su tranquilidad con la llegada de una refugiada alemana: sin quererlo va trastocándolo todo, según cuenta el Ceporro (por algo es el Rey ya que tiene la palabra) en un estilo cercano y divertido, con el Pombo ha conseguido recuperar ese lenguaje que perdemos al crecer: el de la sinceridad apabullante porque no pretende ser sinceridad, sino sencillamente contar lo que me pasa: Pensar sin hablar no es nada fácil. Y resultaba que, entre unas cosas y otras, me había quedado sin con quién. ¿Con quién iba a hablar si con la abuela y con doña Blanca no se puede y con Rodolfo y con Belinda había ya gastado la mayoría de la pólvora en salvas que no valieron para nada? Y eso que lo que Belinda dijo sí que algo debió de valer, aunque ni me acordaba de qué dijo ni sabía para qué podía valer (pág. 74).
Garantizo a los lectores de Aparición del eterno femenino, una novela corta, que desearán que Pombo hubiese escrito mil páginas más.
1 comentario:
EGO.
Leí este libro hace varios años, por consejo de un amigo, y me apasionó (a lo mejor me animo y lo vuelvo a leer) A través de él llegué a otras obras de Pombo: unas me gustaron más y otras menos.
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