sábado, 7 de marzo de 2009

Helmuth James von Moltke

ALEMANIA 1943

He leído hace unos días el librito de Helmuth James von Moltke, Informe de Alemania en el año 1943. Últimas cartas desde la cárcel de Tegel, Barcelona, Ed. Acantilado, 2009 (dirección en la Red: www.acantilado.es). Se trata de una obra muy breve (apenas setenta páginas) dividida en tres partes: una introducción (a cargo de Freya von Moltke), un informa para Lionel Curtis, amigo del autor, y las cartas que desde la cárcel Helmuth J. Von Moltke envió a su esposa. En tan poco espacio nos hacemos una idea aproximada de lo que pudo ser resistir desde dentro a la barbarie nazi.

El informe es bastante pobre, pero hay que situarlo en el contexto de censura total de la época en la que las informaciones no sólo no llegaban, sino que además el aparato informativo no era otra cosa que propaganda (ése es quizás uno de loas rasgos comunes a todos los sistemas totalitarios, a saber, la transformación de la información en propaganda). El autor intentaba estar informado y sorprende cómo asume su responsabilidad con el uso de la primera persona del plural: “Pero tampoco en la propia Alemania la gente sabe lo que está pasando. Creo que, como mínimo, nueve décimas partes de la población ignorar que hemos asesinado a cientos de miles de judíos [...]. Si se le contara a esa gente lo que ha sucedido de verdad, darían por respuesta: `Se nota que eres víctima de la propaganda británica´” (pág. 28). Intentó preparar lo que “vendría después” (pues no querría ni imaginar que los nazis ganasen la guerra) preparando una alianza entre la oposición alemana e Inglaterra, cosa que nunca sucedió: a von Moltke se le hizo un juicio sumarísimo y, finalmente, fue ejecutado el 23 de enero de 1945. Las semanas anteriores escribió algunas cartas a su esposa, que el sacerdote Harald Poelchau sacó clandestinamente del presidio y entregó a su destinataria. Se trata de unos escritos deliciosos, pese a que von Moltke conocía el destino que le esperaba: llenos de amor y delicadeza, con un profundo sentido de la fe y confianza en Dios, y con grandes dosis de humor (especialmente en las descripciones que hace del fiscal y en el análisis de los motivos de su condena). En algún instante me ha recordado a Tomás Moro, que también aprendió a reírse de su destino -los dos fueron abogados y los dos hubieron de oponerse al poder. Sin duda, Helmuth J. von Moltke forma parte de la oposición que Hitler encontró por motivos religiosos -la Iglesia Confesante con Karl Barth a la cabeza y de la que D. Bonhoeffer formó parte hasta que fue ejecutado. De hecho el fiscal apuntó en la dirección correcta: “¿De quién recibe usted las órdenes? ¿Del más allá o de Adolf Hitler? ¿A quién profesa usted fidelidad o fe?” (pág. 65).

Es posible que un lector moderno del informe y de las cartas eche de menos una mayor radicalidad en la crítica. Hablar a toro pasado siempre ha sido fácil y los modernos han adoptado la costumbre de juzgar al pasado desde el presente (con lo cual no siquiera alcanzan a comprender realmente el pasado). El valor del testimonio de Helmuth James von Moltke reside en que aún estando inmerso en una situación que no dejaba espacio para la reflexión crítica, tuvo la suficiente lucidez para entender lo inhumano de su gobierno y la barbarie en que su país, Alemania, se había sumido: “Si, contra toda expectativa, se mantiene el Tercer Reich, cosa que no puedo imaginar ni en mis más descabelladas fantasías, tendrás que ingeniártelas para que nuestros hijitos no se infecten con ese veneno” (pág. 63).


El libro es una muestra de que la inteligencia es más fuerte que la barbarie y que en tiempos sombríos es obligación moral del ser humano no abdicar de su capacidad crítica: “Toda mi vida, incluso desde la escuela, he luchado contra la estrechez de miras, el espíritu de la violencia, la susceptibilidad, la intolerancia y lo absoluto, contra ese dogmatismo aplicado sin piedad y hasta sus últimas consecuencias que late en los alemanes y que ha hallado expresión en el estado nacionalsocialista. También he luchado por la superación de ese espíritu y sus terribles consecuencias, tales como el nacionalismo llevado al extremo, la persecución étnica, la pérdida de la fe, el materialismo. En ese sentido, los nazis hacen bien en ejecutarme” (pág. 10 y contraportada). Se trata, en definitiva, del testimonio de una oposición verdadera a la barbarie.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un libro de valientes.

Valentín J. Ansede Alonso dijo...

Efectivamente, de valientes, porque von Moltke era consciente de con quién estaba tratadada y de los que se estaba jugando. En situaciones semejantes uno puede pensar si, realmente, la valentía es tan diferente de la temeridad,aunque ¿cabe hablar de imprudencia cuando uno se rebela contra un poder tiránico?